martes, 2 de agosto de 2011

Jurmet Confesions

Capítulo 1

De niño era un "mal comedor" o "trampa". Así me llamaban y lo cierto, es que hasta la edad aproximada de 12 años, fui un niño excesivamente flaco. Muy flaco y muy moreno; recuerdo las bromas de mis primos mayores:
"Dani, hoy vienes con nosotros, pero decimos que eres un gitano y que te encontramos perdido. Tu cállate, no digas ni una palabra" .Mi marcado acento gallego, podría haber echado sus planes al garete...
Unos Lacasitos eran soborno suficiente para sellar mis labios durante un par de horas.
En la playa jugaba a meter barriga hasta que se me notase la columna vertebral, logrando de ese modo, poner de los nervios a mis mayores y provocar el descojone de mis amigos

En fin, cosas de niños... pero, ¿como de "mal comedor" era?, ¿hasta que punto?. 
Pues que yo recuerde, no comía nada, o prácticamente nada, cocido, ni leche, ni cualquiera de sus derivados (con excepción de algunos yogures de sabores, con los de chocolate en lo más alto del podio de los deseados), el caldo gallego no quería ni olerlo -lo que suponía varias perrenchas semanales-, cualquier carne poseedora de la más mínima brizna de grasa no era merecedora de mi paladar, ¡el arroz blanco!!! vade retro. Por supuesto, tanto la carne, como la tortilla y demás alimentos que pudiesen estar tostados, deberían estarlo al extremo. No tostaditos, si no quemados, carbonizados; si era negro, no podía no gustarme.
Tampoco comía la carne de los callos, en cambio, si los garbanzos con abundante salsurria; menos mal que esto es Galicia y aquí los callos sin garbanzos NO se entienden. A los pescados, había que quitarles las espinas (raspas pa los de la meseta)  y menudo royazo... con los pimientos, a excepción de los del tipo de Padrón o Do Couto,  no me entendía y con la cebolla ya ni os cuento. Bueno, si digo que se la quitaba a la empanada o al salpicón, por muy fina que estuviese, ya se verá mejor por donde voy. Lo mismo sucedía con la zanahoria, por muy buena que fuese para la vista y así podría seguir durante párrafos; zumos naturales vs bebidas carbonatadas, ¿que creéis que prefería?. Aunque también podría haber acabado antes, diciendo que era un repugnante de cojones.

NO SE PIERDAN LA ENTREVISTA DEL ENLACE ANTERIOR.

A modo de curiosidad, diré que me encantaban las tripas a la sartén, hasta un buen día, en el que acompañé a mi abuela a ver como las limpiaba. También me encantaba el hígado de cerdo y los chorizos criollos.  Siempre me ha gustado el marisco del tipo que sea y desde siempre, creo que, de no ser por el glamour que aporta a un producto, que unas cuantas personas palmen anualmente en su búsqueda, los percebes no son mejores que unas buenas almejas, gambas, centollas, vieiras, zamburiñas, carabineros, navajas, boganvantes...

Otro plato cumbre, nexo de mi niñez con la actualidad, es el siguiente -un redoble de tambor, por favor- ; PATATAS FRITAS CON HUEVOS Y CHORIZO
Y yo, que trato de ser compresivo con el gusto ajeno; pido a quienes no compartan esta opinión en concreto, que viajen al país de Obama. Allí es legal la compra de armas; con lo cual, sin demasiadas complicaciones y salvada la barrera legal de otros lares, os podéis pegar un tiro en medio de la gran manzana (total, otro más...) vestidos de Elvis o Marylin, según creáis conveniente. Lo digo para que no ensuciéis por aquí...
Ojo, siempre me molaron las croquetas -y si eran caseras, más-, los bocatas de chocolate con o sin leche, la Nocilla, la mermelada ¡SIN MANTEQUILLA!, el pan con miel, la zorza, las albóndigas -bocatto di cardinale-, las hamburguesas, los perritos, los pasteles de los domingos, las galletas, TODOS los dulces navideños, repito, T O D O S y cualquier cosa que viniese envuelta en plástico y obsequiase una pegatina (no se por que me estoy acordando de los inefables chicles que traían a Sabrina en su interior).

Tras tan devastador encabezado, nadie dudará que la hora de la comida, teniendo como padres a unos señores responsables, que no querían ver a su hijo alimentado únicamente de chucherías; era un atuténtico suplicio. Así que me saltaré las anécdotas de como me deshacía del Colacao del desayuno casi todas las mañanas, o del drama que supuso la introducción del la leche como colofón de las comidas en el comedor escolar. 

Os hablaré sin embargo, del feliz día en el que comencé el camino hacia la total glotonería y consecuentemente, hacia algún que otro kilo demás (tampoco es que fuese el piraña, pero sudaba más de lo normal por el exceso de equipaje).
Lo recuerdo bien, sucedió en una tormentosa noche, no sabría precisar si otoñal o invernal, pero al día siguiente había cole. Tanto la casa de mi familia, como las cuatro que nos rodeaban, éramos víctimas de un apagón. 
No hacía mucho, había llegado del economato un enigmático y seductor producto llamado kepchup, de marca "el muñeco". Creo que lo elaboraba Ybarra, pero a lo que iba; fue así a la luz de las velas, como mi madre se introdujo en la cocina a prepararme la cena. ¿Que le apetece la monstruito?. Mi contestación fue la siguiente; "once croquetas con kepchup".

Mis padres debieron de estar partiéndose la caja un buen rato mientras preparaban la cena, tras de escuchar tamaña parida. Fue mi padre quien puso el plato ante mis narices, mirándome de reojo; como advirtiendo con la mirada "te va caer un soplamocos, por cada una que no te zampes". 
No se lo que tardé, pero con mis padres despistados en sus deberes y ante la sorpresa de mis abuelos; me metí entre pecho y espalda esas 11 croquetas regadas con abundante kepchup. Mi abuela, que a día de hoy aún vive, no cupo en ellla de satisfacción; supongo que una abuela de hoy en día, llevaría a su nieto corriendo para Urgencias, pero eran otros tiempos. 
Así fué, queridos lectores, cómo nació mi afición a comer en cantidad. Tardaría otros tantos años, en llegar el nacimiento de mi preocupación por que también la calidad formase parte de la ecuación alimentaria.

Ese era el panorama; yo, que crecí en un paraíso en el que las patatas, lechugas, berzas, repollos, pimientos, zanahorias, guindas, cerezas, fresas, melocotones, ciruelas, manzanas de todo tipo, peras, etc...; se cultivavan en cien metros en la redonda de la mesa en la que se consumían. Yo, que vi matar decenas de cerdos en directo, viendo en cada una de esas ocasiones, como posteriormente se desangraba en directo y se despiezaba el difunto animal,  a menos de 20 metros de donde se disfrutaría; al igual que sucedía con la leche de las vacas y los huevos de las gallinas. Yo, comencé  mi carrera hacia la glotonería y el hedonismo gastronómico, de mano del kepchup "el muñeco". 

Esa salsa me ha servido de aderezo hasta para el caldo gallego; por citar el caso más extremo que recuerde. Mi padre lo incorporaba, con buen criterio, a la salsa chumi churri y con ella, yo regaba toooooooodo tipo de carnes, se lo aplicaba a la menestra, a la carne asada, al chorizo del cocido, a los guisos y a una serie de platos tradicionales a los que despojaba vilmente de su dignidad. Creo que cuando nadie me miraba, me tengo zampado galletas Chiquilín coronadas con la dichosa salsa; además de jamón york con azúcar, Nesquik con casi todo, chocolate con chorizo.... Vamos que podría estar alimentando la sección de Guarrindongadas del maestro David de Jorge, durante años. Se lo añadí a todo;  a todo menos a la leche. 

La leche como tal, me sigue pareciendo un producto imperdonable. Me recuerda a ese profesorado fascistoide, al que seguramente le parecería demasiado "progre" tener la foto de los reyes encima del encerado y que se preocupaban de que los crucifijos estuviesen sin inclinación alguna; en férrea actitud de católica. Todavía tengo esos crucifijos atragantados; creo que gran parte de mis problemas de garganta, vienen dados de la imposición de esos carcas, de hacerme cargar con tan desagradable imagen durante el tedioso tiempo dedicado al aprendizaje escolar. Se me revuelven las tripas al recordar esas sobremesas en las que me hacían beber el repugnante líquido ya frío e inundado de las desagradables natas. Por eso cuando mi mirada se cruza con la de alguno de ellos, desafía a la suya con evidentes muestras de odio y desprecio; pues saben que en el fondo no habría sido necesario someterme a tan viles torturas.

Para no rematar este capítulo, con tan amargo final, dejaré apartado del "fin" ese párrafo que tanta rabia rezuma; por medio de este en el que se anuncia la continuación de esta serie de confesiones chorras. Se que en el fondo tod@s sois un@s gastrodepreavad@s y os alegra la existencia, el saber que existe alguien peor, alguien tan inmundo como quien escribe estas líneas. Disfrutadlas, si es que eso es posible...



FIN del primer episodio.