viernes, 25 de febrero de 2011

Restaurante Casa Solla, Poio (Pontevedra). ¡A BAILAR!!!

PRECAUCIÓN: Post kilométrico, alto contenido en reflexiones del tipo "paja mental", mejor comenzar a leerlo ahora para rematar antes de que le concedan la segunda estrella, venga; a echarle... ganas!!!

Leyendo el titular se deduce cual ha sido el último restaurante que he pisado (en números rojos, no tengo remedio), pero sé que hay algo que desconcierta; así que, al estilo de algumos de mis filmes favoritos, empezaré por el final.

Saliendo de mi segunda cena en este gastrotemplo pontevedrés; José González Solla, me despidió amablemente; haciendose eco del cambio de look de  servidor. Supongo que la poca dificultad en reconocerme tras más de un año desde mi anterior visita, estriba en el hecho de que por segunda vez acudí sin compañía.
El caso es que en la anterior ocasión mantuvimos una pequeña charla tras finalizar la cena y por lo visto, al maestro le quedó claro que a ambos nos gusta el rock&roll.
Así fue como tras haberme tomado la comanda con las balsámicas palabras de "non teñas preocupación pola hora" y haberme decantado por el menú largo, en mi mesa tuvo lugar un concierto; aconteciendo este, con ritmo perfecto y algún que otro tema inesperado, cosa que celebro.


Convertiré la abstracción del párrafo anterior en algo más tangible:


Como no quería plimplarme mi habitual botella entera, con copa de vino dulce al final y ya estaba disfrutando un amontillado de La Bota; me decanté por en maridaje más completo (el de mayor nº de referencias) de los tres disponibles, actualmente, en  Casa Solla -SITUACIÓN-.
Como algunos de los vinos que formaban la plantilla, ya los había probado (Caso del Gorvia y algún Alvariño); el propio Solla se ofreció a  efectuar algúnos cambios. Yo me dejé en sus manos y es verdad que estoy de todo, menos arrepentido.

Llegado este punto es hora de reconocer alegre, que he gozado de uno de los mejores servicios del vino de los que hasta la fecha he tenido el placer de disfrutar. Digo lo de "reconocer" por que ese era el punto que peor considerado tenía de este restaurante y ahora me parece uno de sus puntos fuertes.
Aclaremos esto; uno le da tanta importancia (o casi) a lo que bebe, como a lo que come y a veces, más.
En mi anterior visita había salido un pelín defraudado por esto y por lo que me pareció una falta de detallismo.
No me gustaría que se comtemplase esto como una queja, si no como el hecho de que el haber ampliado mi experiencia en un restaurante puede variar el concepto que de él se tenga (para mejor o para peor, claro está).
Esto es lógico y hay que aceptarlo; normalmente trato de reflejar el hecho de que las opiniones de un servidor puedan ser arbitrarias; por lo que, cuando no lo hago, procuro estar juzgando con la mayor objetividad posible y lo único a que aspiro, es a DISFRUTAR y luego , caso de que me apetezca, contarlo con  mayor o menor gracia.
Daré por tanto, al final del post, algunas conclusiones que me parece importante señalar.

Por si alguien lo duda, de lo vivido en Solla no me queda más remedio que el Chapeau al personal del restaurante, por que durante las tres horas largas en las que sucedió esta experiencia; DANINLAND levitó casi constantemente. Esto lo digo yo antes de que alguien más lo comente...

85 euros, son muchos euros por un menú; pero no son demasiados cuando el menú posee la calidad de este y se escolta de tremenda cantidad de snacks y aperitivos.
He ahí el pan con aceite de arbequina en forma tubular que se acompaña de un sabroso polvo que me recordó al pimentón. Me da mucho miedo este tipo de presentaciones (la del aceite) por que desconfío enormente de los productos que puedan intervenir en que un aceite de se muestre sólido y totalmente estable durante un buen rato; pero resutó sabroso y divertido.

El Bloody Mary (el retángulo rojo de la pizarra de la izda.), impresionante en textura e intenso en sabor y el paté de anchoas con pan de aceitunas de nuevo sabroso y divertido. 

Finura y sabor en este vasito con capuccino de repollo y ras al hanout...
o lo que es lo mismo; una ligera y espumosa crema de repollo blanco con una mezcla de especias.

Con la croqueta cremosa de mejillón continua el ascenso térmico de mano de una suave bechamel, en una preparación al estilo del chef, con un crujiente de cebolla (juraría) a modo de rebozado.


La vieira marinada con cítricos en jugo de lechugas, me gustó lo justo; me pareció carente de la profundidad de la que nunca carecen los platos de mi podio de chefs e incluso un pelín difícil de comer. Como sabreis soy tan anormal que valoro la comodidad a la hora de disfrutar las viandas; por lo que la utilización de ciertas vajillas potencia o empeora el plato, casi tanto como el corte del producto.
Prometo dar mi baremo para medir los aspectos a valorar en un restaurante, si alguien lo requiere.


Llegó a continuación un plato cuyo nombre se encarga de autocomentar; el tartar de bogavante bien aderezado, con sopa de pescado infusionada en citronela y cítricos. Frente al comensal; el chef incorporó de una tetera, la mencionada sopa y el comensal pensó "alá vai o bogavante a tomar por...". Pues nada más lejos; el plato, perfectamente condimentado no vió su sabor evaporado en un caldo insulso; si no que se vió ayudado de una sabrosa sopa, dando al plato una enorme suculencia, que ayudada por el vino suscitó el multiorgásmico levitar que sucede en estas enrriquecedoras experiencias.


Este es un plato fuera de menú, y una de las cumbres del mismo;  un lomo de jurel sobre ensalada cocinada.
Plato que se me antoja de complicada ejecución; rico, sucuelento y fino como el sólo. El atentísimo servivio de  los vinos, solapando los mismos y rellenado copas en casi todos los casos,  logró que durante la degustación de este plato, Casa Solla apareciese ante mi a vista de águila...


Llegó después este plato llamado "la cebolla"; que no es otra cosa que cebolla en tres texturas. Divertido acompañado de un Valdeorras de Godello -el Val de Sil '08-; mejor como guarnición de una buena carne, o unas vieiras.
¿Alguien aparte de este mendrugo uniría esto a la vieira del principio para lograr el top de la suculencia?
Me gustó aunque no lo parezca; es por dar varios puntos de vista.


Huevo y setas, un revuelto sin dar vueltas; repleto de sabor sobre todo a trompetas de los muertos (seta), que potencia la preparación, de lo lindo.


La merluza en un fondo marino, escondía tras una apariencia insipida, una preparación de lo más sápida; el mar en la boca, que dirían otros. Un leve exceso en el punto de sal, pero si es un fondo marino, es un fondo marino.
En todo caso es un género de primera, cocinado con un punto perfecto que logró el amplio disfrute de un merluzo, declarado contrario a la invasión de la merluza en los menús degustación, que soy yo.


Un capuccino de lamprea, mostro una concentración de sabor de lo más reconfortante.


Esta es la  cacheira con espinacas garbanzos y su caldo. La cacheira dejó a la sutil guarnición donde se merecía; a la altura del betún. Espectáculo cárnico de lo más recomendable con esa grasa gelatinosa que se pega a todo (mis arterias se incluyen en ese "todo") y que hace las delicias de cualquiera cuando se cocina de una manera tan sublime.

Me fastidia quedar de rebuscadillo; pero tengo que declarar que esta minitosta con paté del bicho, fue uno de los mejores bocados de todo el menú.

El queso del pais con membrillo y dulce de kiwi es algo que estaba deseando degustar antwes de entrar en el restaurante. -SIN FOTO-

La piña colada estaba rica y fue efectiva en su labor de limpieza.


El Afther Eight en blanco, muestra en toda su ligereza y aerea textura, la versión que el cocinero practica de la mítica chocolatina o bombón...


Chocolate, plátano estofado y aceite de mandarina. El mejor, perdón;  el postre con chocolate que más me ha gustado,  de los que pruebo en tiempo; rivalizando con el chocolate apasionado de Azurmendi y alguno más.
La combinación de sabores no es nueva; es buena, genial.


Aún quedarían "Los chocolates" que se sirven en el también completo apartado de pettit fours y en el que hallé auténticas delicias. Soy más chocolatero que el tal Paquito, lo reconozco.

Ya he comentado que en gran parte el levitar de los sentidos durante este menú, ha sucedido gracias al fantástico maridaje que lo completó. Este menú de vinos europeos se vendió a 45 €; un precio más que justo si tenemos en cuenta que 5 de las 8 copas fueron rellenadas (el primer riesling, dos veces).
No me he fijado como se refleja el tema del IVA en la carta de vinos, lo cual prometo indicar a partir de este post -sin excepción-; pero anticipo que hay algo que estoy viendo en la mayoría de las cartas de restaurantes de supuesto nivel, que me parece sangrante y es que cada vez menos se preocupan de indicar las añadas y el nivel en una carta de vinos, no asciende a nivelón, hasta que permite alguna que otra cata vertical.

Los vinos:

Amontillado, LA BOTA Nº 9; estupendo amontillado, más redondo y goloso que los de costumbre. Soy un fanático de la gama de LA BOTA, sobre todo del Palo Cortado del que ese día no disponían; pero he llegado a probar vinos de esta casa (algunos prohibitivos, la verdad) que son la quintaesencia de las delicias.

Riesling, Dr. Bürklin Wolf, Trocken '06???. El más divertido de los blancos y el que más repetí; me declaro riesling maníaco.

Bourgogne, A. Et P. de Villaine, Bouzeron 07. Divertido el Riesling, pero este ha sido mi blanco favorito de la noche. Es ligero, goloso; el primer blanco de la zona que conozco y me agrada tanto como los tintos. ¿Son todos igual de golosos?. Disculpad mi ignorancia, pero he dado pocos pasos hacia los vinos del país galo.

Valdeorras Godello, Val de Sil 08. Este ya era uno de mis blancos gallegos favoritos y sirve perfectamente para, como dice J. G. Solla,  posicionarnos y ver que nivel ocupamos con respecto al resto del mundo" o "ver que en Galicia estamos haciendo algunas cosas bien"

Ribeira Sacra, Algueira Merenzao, 08. Otra añada reciente de un vino que estaba deseando probar desde hace tiempo. Es diferente a casi todo; según el chef; un "hermano menor" del que vendría después. En cuanto a este, de nuevo lo describiría como goloso y con una agradecida acidez.

Côtes du Rrône, La Saumande, Rasteau, 07. Los vinos franceses están visitando mi paladar cada vez con más frecuencia y con cierto éxito. Diría que este fue el vino que más me gustó de la nui, el más completo y complejo de los tintos, sin duda.

Riesling, Georg Breuer, Auslesse 07. Ligero, con punzada, ligero también en alcohol y de recatado dulzor.

P.X. La Bota nº 12. Bueno, de increible densidad, pero de excesivo dulzor; casi una reducción.

No he hablado del pan; que es un apartado completo con pan clásico, de centeno, o de aceite; que no se si elaboran en la propia casa, pero que tampoco me pareció nada del otro mundo.
Permitidme además una última pincelada sobre la carta de vinos, la cual, sólo dispone de blancos gallegos y extranjeros (no nacionales). Para el chef, Galicia es una tierra de muchos y grandes blancos y prefiere explotarla y posicionarla con respecto a lo que él considera como los mejores blancos del mundo.
Esto aparta al comensal de poder disfrutar grandes blancos nacionales, pero enfatiza lo que se produce en esta tierra, lo cual me parece espléndido; sobre todo teniendo en cuenta que en este restaurante cae una importante cantidad de turistas.

Conclusión:

Solla es rock&roll y posee uno de los más bellos y conseguidos escenarios gastronómicos que he pisado. Más que recomendable, peeero observo un handicap; ¿que sucedería si el maestro esa noche, no pisase la sala (por falta de tiempo, una baja en cocina...)?.
Pues me da la sensación que la experiencia puede ser la crema, o no...
Mayor solidez encontraremos al respecto en Pepe Vieira, donde el personal de sala siempre acompaña. No está en mi ánimo comparar; no sabría decir cual de los dos prefiero; pero está claro que en el panorama gallego comparten un estatus a tener en cuenta, amén de disponer menús de similar rango de precios.
En cuanto a los precios, en el caso de Solla; los menús se han incrementado alrrededor de 10 €. ¿Donde lo coloca esto frente al resto de foráneos que he pisado?, pues como siempre, va mucho en gustos, pero ahí anda con el Dos Cielos o el Azurmendi que dispone de un menú degustación por 75 €, por no hablar del Corral del Indianu, que  parece jugar en otra división, y me han gustado (los dos últimos) más que el aquí relatado. Tampoco disponen estos últimos de la portentosa bodega de Casa Solla, pero se suele decir que en el resto de la peninsula los precios son más elevados (¿lo son?).
Ya se que de nuevo parece que disfruto poniendo en duda el nivel de la hostelería gallega; pero lo que intento es situarnos dentro de un complejo panorama, en el que estamaos arriba, pero no en la cumbre y en ocasiones tampoco en la RCP.
Y digo en ocasiones por que, ¿donde quedan los grandes gallegos (y contemplo a Casa Marcelo como irreprochable excepción, pues ofrece algo único y diferente a todos) al lado de otros grandes con rangos de precio que pagan la gasolina desde León -p. ej.-, como el Culler de Pau, o A Estación (con precios inamovibles hasta mi última visita), o Maruja Limón o el por algunos incomprendido, Casa de Comestibles?, por citar algunos conocidos.

En fin, que me pongo a largar y no paro; pero id a Casa Solla; que no os arrepetiréis de probar un menú que ,como pocos, por largo no está desestructurado y es capaz de ofrecer un ritmo ascendente también en cantidad. Quiero decir con esto que los platos principales, son los más grandes, lo cual se me antoja preferible a rematar con un minibocado de pescado o carne. ¡Lo mejor para el finaaal!!!