martes, 8 de junio de 2010

Maruja Limón (Vigo)

Escondido en una calle de la zona vieja, al final de una avenida plagada de cafeterías, restaurantes y vinotecas, se encuentra este tesoro gastronómico regentado por Rafael Centeno Moyer.


Maruja Limón se ubica en el bajo de un antiguo edificio en la tranquila calle Victoria, sita en los aledaños del casco viejo.
Desde la puerta exterior, que da paso a un hall dotado de la tenue iluminación que se aprecia en el resto del local, se percibe el nivel de distinción que ofrece.

Rozando el minimalismo, el interior ofrece lineas sencillas y enorme plasticidad, logrando un habitáculo amplio y acogedor. Las paredes de cantería con unos altos ventanales acortinados, contrastan con elementos decorativos modernos resultando en una agradable mezcla entre lo que parece ser el interior de un pazo, con un relajante halo zen.
Desde la cocina se expía la sala (o al revés) tras un amplio ventanal rectangular.

Una camarera me recibió y me acompañó a la mesa; en pleno agosto más de la mitad estaban vacías. Inmediatamente cayó en mis manos la carta de comida y la de vinos.
La primera advertía que el menú degustación no se servía más tarde de las 22:15 y no quise leer más. Hablé con la camarera y resolvió que no habría problema, pese a haberme pasado media hora.
Mientras leía la carta de vinos se acercó a mi mesa una barca con ajos y olivas marca de la casa.
Al tiempo que las disfrutaba me afiancé en que el extraordinario hilo musical no sonaba por sonar. En visitas posteriores me enteré de por que. La verdad que para alguien como yo, que presta tanta atención al fondo musical y al tipo de iluminación, este restaurante tiene un par de batallas ganadas hacia mi conquista.

Bueno, estábamos con los vinos; buena selección sin demasiadas referencias y he aquí el que para mi es el único fallo de Maruja Limón; el injustificado precio de algunas referencias.

Dado que tenían un vino que me habían recomendado en más de una ocasión (que bien me conocen), el Neo, lo pedí y lo disfruté enormemente desde el instante de del descorche hasta que sólo quedaron unas dos o tres copas.
Esta botella de excelente líquido era la 12.808 de 22.000 que se produjeron en esa cosecha. Estamos ante un Ribera del Duero "moderno" que no deja indiferente y ante el que resulta difícil en aburrimiento; desde el color, pasando por los especiados aromas con fruta negra, hasta lo denso y goloso que resulta en boca.
Desde la comodidad de mi silla y tras haber probado el vino comenzó el festival (este es para mi
el momento preciso, sin prisas) de mano de un delicioso aperitivo; la crema de patata con aceite pimentón y pulpo. Servido en chupito, muy aromático de impresionante sabor y suaves texturas. Comenzando a despegar.



Continuamos con el tartar de ternera con berros y nube de parmesano; suavidad y
finura, que emocionan. Venía con una tostas hechas para la ocasión y tuvo buen acompañamiento de mano del Neo, pero me gustaría saber como casaría con algún blanco o incluso un espumoso.



El siguiente plato llego a mi mesa de mano del chef, sabedor de que portaba una magnifica creación. El plato en si, un foie rebozado sobre un manto dulce con ensalada de brotes y alquequenxes, es un alarde estético, con una mezcla de texturas y temperatura de matricula.

Puede sonar repetitivo, puede sonar vació, pero fue emocionante.



Vamos con el que puede ser mi bivalvo favorito; la vieira con tocino confitado y aceite de naranja. Mar y montaña con punto ideal, sabores aromatizados por la naranja y texturas más compatibles de lo esperado. Aquí la vieira se presenta en un plato de extenuante sofistificación.


Es hora del pescado con un rape sobre pimientos de Padrón. Continuo sin tocar el suelo y me explico:

Si yo fuese un buen pedazo de rape, los ingredientes para una fina crema/caldo y me preguntasen; querría ser cocinado en ese punto y servido a esa temperatura para estar así de bueno. Como prueba podréis observar lo que sucedía al pescado nada mas acariciarlo con el tenedor. Conozco a más de un cocinero que odia el rape, por lo difícil que resulta lograr el punto ideal.

En fin, muchas palabras para hablar del elevado nivel técnico con el que trabajan.

Último plato antes de los postres ; vaca del país con hongos sobre salsa de mostaza. Me creeréis que el punto era el ideal, a poco que os fijéis en la foto. Muy buena materia prima; muy buen corte y muy bien cocinado.



Excuso decir que pese a las altas expectativas que había generado este restaurante; estas se cumplieron con creces.


En el apartado de los dulces se percibe también una escuela propia. Comenzamos con una crema de avellanas en papillote, el propio Rafa abre el plástico transparente en que se envuelve la crema de intenso sabor a avellanas. No es apto para ansiosos, por la alta temperatura que llega a la mesa.




El último postre fue un contrapunto con el primero; creo recordar que se trataba de un sorbete de vainilla sobre crema-espuma de crema catalana que al igual que el anterior, acompañé de un delicioso Moscatel.



Para los dos expessos se lucieron con una deliciosa teja y una piruleta de chocolate.



LA CUENTA:


SERVICIO 1.50
MENÚ 48,00
NEO 42,00
AGUA 2,10
MOSCATEL 5,20
2 CAFÉS INV.

TOTAL 98,80 /Sin sorpresas desagradables con el iva, con el detalle de la invitación.

Es una pena que este local me pille a 60 euros de distancia (combustible y peaje).
Tras la cena tuve una breve conversación con R. C. M. que resulto ser un señor muy agradable. Creo recordar que me recomendó a Solla y creo que a Pepe Vieira.

No hay comentarios:

Publicar un comentario