El mismo viernes 13 del último post de A Estación puse mis pies por primera vez en este restaurante situado en la c/ Galera, entre El Mercadito y Pedro Roca.
Nada más entrar se observa que el local alberga un dulce elemento diferenciador; la mitad del local es un café-bar taberna con su barra y sus mesas, como los de toda la vida.
Yo tenía una una mesa aguardando en el comedor, con vistas a la cocina, a la huerta trasera de la que dispone el local y al resto de estancias. El local goza de buena amplitud, pero el comedor resulta un pelín angosto en comparación con el de sus, anteriormente mencionados, vecinos más próximos. En cuanto a la mantelería y demás menaje nos encontramos con el nivel de calidad de los top.
Antes de hablar de la comida, daré unas breves notas sobre el servicio. Un tándem chico- chica que, además de atender el comedor, hacen lo propio en las mesas del bar, en las cuales se degustaban unas tapas de pinta estupenda; no en vano, esta casa lleva años despuntando en el concurso de tapas organizado en su ciudad.
El impecable servicio del vino y digestivos se practicaba desde un aparador situado a la entrada del comedor. En cuanto a los digestivos; se puede apreciar el ritual para servir un buen giontonic de un modo soberbio.
No obstante, en cuanto al vino, odio no tener la botella a mi alcance. Trataré de subsanar esto en la próxima ocasión dialogando con Eva, la sumiller; pues siendo esta mi primera vez, me gusta ver cómo funcionan.
Quiero dejar claro, que esta es mi opinión y no un error de estilo.
Ahora sí, vamos con el menú:
De entre la extensa carta de vinos; me decanté por un Contino Rerserva; buen Rioja de linea clásica, de cara al disfrute del plato principal.
Para comenzar me agasajaron con una rica tosta de ibérico.
El entrante que elegí fue el tartar de bonito. Perfectamente condimentado, acompañado de unas divertidas huevas y coronado de un sorbete, creo recordar que de aguacate.
Para degustar este estupendo tartar, me sirvieron, en dos tiempos (detalle de agradecer), unos creps de mango en forma de Dorito.
El plato principal fue un rillet de corzo. Reconozco que aún siendo gran amante de la carne de caza, el sabor no me entusiasmó demasiado. Eso si, la guarnición de cebollitas caraelizadas y castañas era deliciosa por si misma.
Para el postre pedí al camarero, que él mismo escogiese entre dos opciones.
Su elección fue uno llamado inspiración queimada; pero, previo servicio del mismo, me sorprendió con una deliciosa bola extra en forma de vaso con una deliciosa tarta de queso al revés ( que era el otro con el que no me acababa de decidir).
Detalles como este, se merecen el volver, cosa que he hecho ya, en un par de ocasiones.
Tanto un postre, como el otro estaban exquisitos, la tarta ligera y menos empalagosa de lo que se puede antojar; aunque el "inspiración queimada" resulto un postre de gran finura. El concepto del mismo, con su juego de texturas, temperaturas y perfecta presentación, lograron un disfrute atómico. Acompañado de un chupito de orujo, ya ni os cuento...
Finalizo con café y gin tonic de Hendrick's con Fever Tree.
Todo esto se cobró a su precio; sin exageraciones bobas ni injustificadas. ¡Bien por el Acio!
Os lo creáis o no, al día siguiente madrugué para ir a por setas.
Actualizo con parte de las fotos de un menú degustación, que nos metimos entre pecho y espalda siete valientes en el pasado Forum Gastronómico:
Estas curiosas empanadas a modo de aperitivo.
Los chocos de la ría con su tinta y aire de perejil, me encantaron.
Unánime la mesa al calificar estos callos de mar con chorizo de pulpo, como el mejor plato del menú.
Más discreto el salmonete sobre fideua de mejillones.
De nuevo el rillet, esta vez con pera a modo de guarnición
Faltarían un par de platos y los postres; de los cuales recuerdo una especie de jardín de fresas que Iago, el cocinero, presentó a pie de mesa y que resultó en una orgía de ummm, ah, uf, ¡que rico!.
De nuevo un menú a un precio asumible, ¡tengo que volver!
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