jueves, 12 de agosto de 2010

Dos Cielos (BCN)

A principios de este mes e agosto, partí hacia Barcelona con el objetivo de visitar un "tres estrellas" (ya se sabrá cual en el siguiente post). El caso es que desde el hotel en el que me alojé podría visitar el Dos Palillos sin necesidad de tomar ningún medio de transporte. Hace ya tiempo que le tenía echado el ojo y había planeado comer algo ligero antes del homenaje que me daría en la cena.
Dichos planes se fueron al garete por el motivo que observaréis en la siguiente imagen:



Cerrado el Dos Palillos y para no trastornar mucho el nombre del objetivo, por mi cabeza se asomó el nombre que he utilizado para dar título a esta entrada. La verdad que había leído mucho y muy bien sobre este sitio.
Ahora se por qué; el Dos cielos se encuentra en el piso 24 del hotel ME y ofrece una experiencia gastronómica de lo más completa y novedosa. El citado piso 24 está dedicado en exclusiva al restaurante; que recibe al cliente con una terraza de impresionantes vistas.
Con una barra equipada con buen número de taburetes, sillones y un agradable ajardinado, se convierte en el lugar ideal para tomarse un aperitivo o el café y digestivo posterior a la comida.


En mi caso, siendo poco más de las 13:30, pedí un Vermouth rojo y me sirvieron un Martini Rosso; reconozco que tenía en mente un Izaguirre reserva o un Carpano Formula Antiqua; pero acompañó bien el paseillo que me di por la terraza mientras contemplaba el paisaje.
A continuación veréis unos palitos de semillas y un par de aceitunones aliñados con pimienta y aceite; el pincho que me sirvieron con el aperitivo.


Llega la hora de entrar a la sala; a la cual se accede pasando primero por la cocina, lo cual me pareció cuando menos curioso. Reconozco que me agradó; pero estoy seguro de que no todo el mundo pensará lo mismo (por ejemplo el inspector de Michelín se quedará a cuadros al empezar donde debería acabar :) ) y es algo que no puedo dejar de tener presente.

Ya en la sala el chef Javier Torres (uno de los dos hermanos que comparten rango en el Dos Cielos) me saludó y me indicó que podría hacer algún cambio en el menú si lo creía conveniente. Esto es, sin duda, un buen comienzo.

Debo señalar que ambos hermanos disponen de un curriculum envidiable; más temiendo en cuenta su edad. Resuenan figuras de la talla Ducasse, Subijama, Neichel, Santamaría... encontraréis más información en su web, si lo deseais.

De querer elegir un par de platos ligeros (primero y segundo con postre suave); pasé a escoger el menú degustación. Pues, a no ser que fuese a por los platos más baratos de la carta, me habría salido sustancialmente más caro. Lo cual, diré que para mi supone un aspecto negativo; aunque debo reconocer que el menú degustación a 85 euros tiene, a mi parecer, una RCP superior a algunos de los grandes de la cocina gallega.

La carta de vinos, encuadernada en forma del clásico libro rojo; ofrece un montón de referencias que sería imposible aburrir incluso para alguien que comiese allí a diario durante años. En lo tocante a los precios, se aprecia el claro incremento que siempre aguarda en las grandes ciudades del estilo de Madrid o Barcelona; pero sin las exageraciones de los tres estrellas.
No es que haya estado en muchos, de hecho sólo he tenido el placer de haber pisado uno; pero las páginas web de muchos de ellos, permiten curiosear en sus cartas de vinos. Recomiendo su lectura; viendo el precio de algunas referencias reiréis por no llorar.

En esta ocasión opté por los maridajes sugeridos por el somelier, que incrementó el menú en unos treinta y pocos euros, más que justificados dado el impecable servicio de los caldos, con anotaciones de todos y cada uno de los servidos. De entre los cuales destacaría el último de los los tintos; que era un Priorat monovarietal a base de Cariñena.
He tocado el tema del servicio; del cual debo decir que está al nivel de la cocina; puesta en escena incluida. Para empezar me presentaron todos los tipos de pan de los que disponían; todos hechos en el propio local y de alta calidad.
Por tanto dispuse de pan de sésamo; pan de orejones y no se que más, pan rústico blanco y con pasas y nueces, pan de tomate y orégano y algún pan dulce. Unos siete u ocho tipos distintos, que escoltados por un buen aceite durante todo el menú, fueron probados en su mayoría. He estado en algunos rerstaurantes donde el apartado "pan" recibe la importancia que este merece, pero este los supera a todos.

Esto que veréis en la siguiente imagen es una flor especiada con la que reciben al comensal; muy estético, curioso y poco más puedo decir. Advierto que, como casi siempre, prescindí de toda anotación, por lo que quedan sensaciones y emociones, más que una información al detalle.

Seguimos con un buñuelo de bacalao muy bueno, sin exceso de condimento que estaba muy bueno y que contaba con el añadido de poder espiar su elaboración. Me gustaron los tiempos en los apartados de snacks; sin aparatosas e innecesarias inundaciones de mantel.

Las gambas marinadas con caldo gelatinizado, caracolillos de mar y algas que veréis a continuación, me acercaron mucho más más al cielo de lo que lo había hecho el ascensor. La finura y el frescor del mar entraron en mi durante unos instantes. Creo que se maridó con un espumoso catalán; pero no estoy seguro al 100%.



El pastel de buey de mar y legumbres me mantuvo en idéntico estado de bienestar sensacional que el plato anterior. "¿Que pasa?,¿me estoy asustando?" pensé ante la posibilidad de no tocar suelo durante lo que restaba de menú.


Llegó la crema de raíces con zamburiñas y aire de perejil y la cosa se calmó sin ir mucho a menos.


Muy buen plato, entrando ya en le apartado caliente, que disfruté desde la fina crema, pasando por unas estupendas zamburiñas de las cuales tuve la sensación de que, a pesar de ser de primera, el tipo de cocción no acabó de enaltecer su sabor hasta donde debiera; quizás algo de caramelizado (plancha) lo hubiese logrado y llegando a un aire de perejil algo desbocado en cuanto a potencia. Esto se acompañó de un riesling.

Es el turno de el mejor arroz que probé en mi vida; el arroz con setas, trufa y almendras tiernas. La verdad es que conjuga algunos de mis ingredientes favoritos, como la trufa y las setas, con la concentración del caldo (que de algún modo resulta finísimo -ya se que utilizo mucho esta palabra-). Perfecto el punto del grano, perfecto el alto contenido en láminas de trufa de verano, las trompetillas de los muertos.... todo, ¡que sabor!



A continuación veréis el mero salvaje a la sal y romero con verduritas y caldo. Sugerente puesta en escena, mostrando el pecado antes del emplatado, pero el punto del mismo no me convenció totalmente. La verdad que se me vinieron a la cabeza más de la mitad del Nove y unos cuantos cocineros gallegos que lo bordan.



Rematamos salados con un tartar de buey gallego de cámara con tostas recién hechas y una impecable guarnición. Es tristemente lo que destacaría del plato que, en principio, más espectativas había creado; pues el exceso de condimentación es a todas luces, excesivo. He probado tartar mejores incluso hechos por mi e incluso de ternera, que no me dice tanto. Se me vienen a la cabeza el de ternera con parmesano de Maruja Limón (impecablemente condimentado), el de Pepe Vieira o el del Alborada que están a años luz.


Esta es la tabla de quesos más impresionante que mis ojos han contemplado (más por selección que por número, lo cual es preferible). Como no hacía mucho, había padecido gastrointeritis, elegí solamente el rulo de la izquierda que es un queso de cabra curado en ceniza. Creí que sólo me pondrían una pequeña loncha, pues había advertido del motivo por el cual no pedía más variedad; pero la cantidad fue más agradecida y no pude evitar comerme dos de los tres pedazos que me sirvieron.


Venía acompañado de dos confituras; un de ellas de tomate con cardamomo y jenjibre y otra de piña y mango. Advierto que puede haber alguna fisura en mi descripción de los ingredientes, dado a que tardé unos cuantos días en escribir este post.

El sorbete de te con limón fue la dulce caricia que mi estómago merecía. Impresionante el sabor del te, perfecta textura del sorbete y una especie de caramelizado similar al de la crema catalana que había entre medias.


Ya con el postre, que se acompañó de un vino dulce, la versión de la selva negra del Dos Cielos cumplió con las expectativas. Menudo nivel.



Acompañando a un delicioso té negro, llegaron unos excelentes pettit fours en forma de un delicioso bombón, una clásica trufa y un último con arroz crujiente que consiguió que aún a estas alturas cerrase los ojos. ¿Sería este el día del arroz?

Suma que te suma, acabé pagando 145,5 euros por el homenaje.

¡Que más debo decir!?; nada que no sea agradecer el fantástico trato que me dispensaron estos monstruos de la restauración. Lo dicho, no me extrañan las buenas críticas que están recibiendo; desde luego que se las merecen desde el primero al último del equipo.
Me parece importante recalcar el hecho de que todos los elementos vayan acorde en torno a la calidad que ofrecen desde la cocina; el fantástico entorno en que que desenvuelven su creatividad y lo bien que lo han acondicionado, logrando una sala para un medido número de comensales, con acabados espectaculares pero sin caer en el exceso, impresionante vajilla y cristal y el enorme trabajo del sumiller y el equipo de sala.

Pongo una pega; la mantelería, de algún tejido natural muy basto, que me dejó más lleno de pelusas que un gato callejero.