sábado, 25 de junio de 2011

Avistamientos extraños en El Celler de Can Roca, Girona.






























En la mágica noche de San Juan, un individuo de "aspecto normal", fue avistado en el patio inerior del conocido restaurante El Celler de Can Roca, sito en Can Sunyer 48, Girona. Según el personal del restaurante, la citada estancia, no está concebida para el uso de la clientela. Así mismo, han declarado que para realizar tan peculiar acción, el personaje se excusó en la realización de "un acto artístico"; aunque una de las camareras que lo atendió y que prefiere mantener su identidad en secreto, manifestó estar "desconcertada y sorprendida por el hecho de que a un sujeto con tremendo pedal, se le permita actuar de tal manera".


En la siguiente imagen podrán observar al extraño sujeto pertrechado con un decantador prácticamente vacío y una copa Riedel en idéntico estado".



Y aún por encima se reía, el muy gamberro.

En fin, si en algo no he cambiado, es en que me gusta más hacer el payaso, que a un tonto, un lápiz.
Bromas aparte, advierto que en vista del desconcierto que me produjo visitar este recomendable restaurante; lo que voy escribir a continuación, incorporará innumerables comparaciones con el fin de tratar de ubicarme a mi mismo, dentro de mis propias sensaciones. Sensaciones que han sido producidas por el disfrute del menú degustación más largo (en número de platos) de mi vida y por el que más euros he abonado. ¿Os habéis percatado de que ya he comenzado con una comparación?; pues si, la de este menú con todos los demás que he tomado en mi vida. Tod@s lo hacéis; no solo yo; aunque se que las comparaciones son odiosas y presa del mal gusto. Dado lo cual, no tengo más remedio que excusarme por adelantado. Trataré de ser breve y me extenderé sólo en un par de puntos en los que NECESITO hacer incapié, pues escribo este blog para aprender y puede que alguien posea respuestas a mis dudas.

Empecemos pues, como de costumbre, por el local. El local me ha parecido sólido, lo que cabe aguardar de un triestrellado; pero no me ha impactado tanto como Pepe Vieira Camiño da Serpe, El Galileo, Casa Solla e incluso el Alborada. Todos ellos sumando instalaciones y, sobre todo entorno; dan mucho más al centro de la diana de mis gusto. Ya si hablamos de una cualidad tan intangible como el encanto, la lista se haría interminable y prefiero no nombrar a muchos, para que no se me acuse de amiguismo; pero si puedo citar El Sant Pau de Carme Ruscalleda (donde, además, cada una de las mesas interiores, dispone de su espacio en el jardín, para tomar café, digestivos...), o el Corral del Indianu del MAESTRO Jose Antonio Campoviejo; donde he comido dos menús superiores -siempre para mi gusto-, aunque si hablamos de producto, no admito que este último, sea inferior al que a continuación voy a relatar. Dicho sea de paso, en esos dos menús a los que he hecho referencia, no han trabajado más de seis manos...

¿Que decir del servicio?, yo había leído y oído de todo; pero en mi experiencia, han cumplido con creces las expectativas que poseía. Profesionales, atentos, multilingües, afectuosos... exhibieron una coreografía tan sólo superada hasta el momento por la plantilla del Sant Pau (vaya, ya me voy otra vez con estos...).
Vamos con la bodega y continua la utilización de las comparaciones. Ojeando las cartas de vino tinto, blancos, espumosos, generosos... y la de licores, ojeando esa carta dividida en tres tomos, que te acercan en un carro expresamente diseñado para su transporte, me sentí agradablemente apabullado, nadando en un océano de referencias. Aquí no os toparéis con una carta desprovista de los años de las cosechas, ni de otros detalles básicos, aunque en el tema IVA no me he fijado, lo siento.
Tal fue mi embelesamiento, que tras haber leído la carta de blancos, cuando me paré con la de tintos, no me fijé ni en tan sólo el primero de los precios a los que venden las botellas. Mi experiencia, por tanto es de una, enormemente, grata sorpresa, tanto por la amplitud, como por lo (entre comillas) "recatado" de los precios, tratándose de un triestrellado y sabiendo como se las suelen gastar con el tema "vino a precios desorbitados".
De las mencionadas cartas escogí, el que para mi fue el mejor de los maridajes que me podía permitir; aunque durante toda la comida, calculé que me saldría entre 30 y 40 € más caro (cágate pistola).
¿Como me pueden suceder tamañas idas de olla?. pues muy fácil; vi en carta el vino que siempre quiero ver en estos megahomenajes, La Cueva de Contador 2005 y me cegué de tal manera, que ni miré el apartado de vinos italianos que tanto ansiaba chusmar tras leerlo en el índice, mi me fijé en el precio, ni nada de nada.
Ni que decir tiene que cuando me percaté de que no había leído el precio, casi se me atraganta el sorbo que en ese justo instante, le había dado a la copa.
Debo confesar que de todo lo bebido y comido durante esta gran noche que os estoy relatando, esa botella de La Cueva del Contador, fue lo que más me gustó. Ahora podéis pensar que no reconozco en su justa medida el tremendo labor de Joan y Jordi Roca en los fogones; del mismo modo que yo podría pensar de quien opine distinto; que no reconoce el tremendísimo labor de Benjamín Romeo en las barricas...

Además del tinto, poseedor de unas notas florales, buena acidez y madera prácticamente ausente; cualidades por las que yo lo considero apto para la mayoría de los menús degustación, pedí una copa de Palo Cortado  de La Bota  -LA BOTA PUNTA-, que fui extendiendo a lo largo del menú a modo de cortante, o de potenciador para ciertas preparaciones.
Los vinos se sirvieron en perfectas condiciones de temperatura, el servicio del vino en si fue impecable y las copas utilizadas, del más alto nivel.  Aquí El Celler de Can Roca, manda.
Por último, creo recordar que el maridaje, se vendía a 70 € y si tuviese tanta fe en el mismo, como el que disfruté en la última ocasión que pisé Casa Solla; me habría pensado seriamente el pedirlo.


El Menú Festival.

El pan es un apartado tan cuidado como cabe esperar, al igual que en el Dos Cielos, o que en Casa de Comestibles. Disponen de mucha variedad; lo cual es de agradecer; aunque la cesta la ves y se va; en uno de los dos restaurantes que acabo de mencionar, el surtido se queda en la mesa durante toda la comida. Detalle, el cual, valoro mucho.

Snacks:
Olivas caramelizadas, dos riquísimas olivas rellenas y caramelizadas presentadas en un olivo bonsai del que el propio comensal recoge sus frutos. Por ahí andan de buenas con las que tomé en Casa Marcelo en mi última ocasión.
Bombón de Campari. Perfecto hasta en su servicio.
Teja de pollo al ast. Curiosa, con un recuerdo a limón y limonero, que permaneció bien claro en mi paladar.
Espina de anchoas con tempura de arroz de Pals y tempura de alga. Utilización del producto local los sabores del recuerdo y poco más.
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Tortilla líquida de calabacín. Me encanta la tortilla de calabacín y esta ha sido llevada a la máxima expresión de la finura. Muy buen bocado.
Calamares a la romana. En una curiosa micro versión. Hasta aquí, ningún plato, a mi juicio, más memorable que el pincho que preparé para el post anterior.


Bombón de trufas. Es que las trufas me vuelven loco y la intensidad de este bombón, junto con su etérea textura, resultan en un bocado celestial. Aún así, me fui sin probar las dos golosinas que más ansiaba, de todos los menús que he visto relatados en otros blogs; el bombón de pichón y el turrón de foie.


Helado de perrechico. Impresionante micro bocado. Divino, me comería un puñado.

Cerezas con sauco y anguila ahumada. Curioso plato en el que la anguila ahumada se tornaba extasiante -sobre todo por el propio ahumado- al acompañarla del Palo Cortado y con las cerezas sucedía lo mismo al acompañarlas de La Cueva.


Escalivada al humo de brasa de encina. Tomate berenjena, cebolla y pimiento. Textura nueva, recuerdo ancestral. Lo que más me gustó fue el aroma del humo al retirar la cúpula que cubría el plato; por lo demás no me dijo nada. Ni en comparar me molesto.

Gamba de Palamós a la brasa con jugo acidulado de Setas. Un plato de arrodillarse; sabor, aroma, sutilezas, superproducto... perfecto. Dicho producto encuentra similitud con el carabinero que me casqué el Casa Marcial y más todavía, con el tartar de gambas de Palamós con polvo de sus cuerpos y emulsión de sus cabezas que disfruté extasiado en un pequeño gran restaurante coruñés.

Sopa de cebolla  y nueces Crespiá con Comté y bizcocho de nueces. Curiosa combinación; rotudidad de sabores y al mismo tiempo cargado de sutilezas.

Hablando de sutilezas,  ¿por que no está sonando nada en el fondo musical?. Osea que no hay música, ¡no hay música!!!!
Quien , como yo, opine que en un restaurante se come todo; encontrará un apartado vacío. No se si es que en tan señalada noche, alguien creyó conveniente que se oyesen los petardos y el ambientre reinante en el exterior, o es que cree que los pasos de los camareros, las conversaciones de los comensales, el sonido de los cubiertos, son la mejor B.S.O. para un restaurante. De momento, es uno de los, para mi, puntos flacos de los megaestrellados; la ausencia de música es algo que no llego a comprender y por algún motivo, en esta ocasión, la eché más de menos.
Llegué a pensar que probablemente estaría tan baja, que no podía oirla, pero juraría que no andana por allí.

Lenguado con aceite de oliva y sabores del Mediterraneo. De abajo hacia arriba; hinojo, bergamota, naranja, piñones y olivas verdes. Plato mítico en los menús de este restaurante, que está rico, sobre todo por el toque de brasa del pescado y las emulsiones que lo escoltan.


Calamares con Roca de cebolla. La supersorpresa de la noche. Impresionante producto, cocinado con el máximo de los respetos consiguiendo una textura , que de tan natural, resulta única. Sólo en Pepe Vieira tomé unas Luras da Ría de textura tan memorable. A mi juicio, incluso en mis resturantes predilectos, este producto recibe un exceso de cocción; aquí resultaron sobervios.

Salmonetes con suquet y manteca. Finura, ligereza y sabor de mano de uno de mis pescados favoritos.
Con el tema maridaje, me vi ante este plato un pelín "en pelotas" y solicité que me sirviesen una copa del vino con el que hacían su maridaje. Un Viña Tondonia rosado con más de 10 años de vida, tuvo con sus notas rancias un agradable encuentro con el plato. Supongo que el hígado del salmonete, sería principal "culpable" de tan inesperado encuentro. No me parecería una tontería, potenciar ciertos toques herbales con un godello, o que un riesling redondease todavía más todos los matices del plato.
Me parece destacable el que no me hayan cobrado esta copa; donde otros aprovecharían para cebar la cuenta; del mismo modo que me han invitado a uno de los dos cafés que me tomé tras la comida y del mismo modo que para el apartado de los Snakcs, sirven una deliciosa copa de cava a cuenta de la casa. De esto la mayoría de los restaurantes aquí posteados, podrían tomar nota.

Adaptacíon de steack tartare con helado de mostaza. Tomate especiado, compota de alcaparras, encurtidos y limón, praliné de avellanas, salsa bearnesa de carne, pasa de oloroso, cebollino, pimienta sechuan, pimentón de la vera y curry, bolitas de helado de mostaza y hojas de mostaza.

¿Alguién más opina que es un nombre demasiado largo?. El plato en si no está mal; pero no me gusta más el que prepara mi querido Rafa Centeno, el incontestable del Alborada, el de Pepe Vieira o el del maestro Jordán, con foie escabechado y mostaza especial. Es más, yo me he currado con alguna carne de primera, alguno que otro, con mayor éxito en mi paladar.
¿Que a que viene tanto ánimo comparador? Pues bien, es que aún por encima, la carne parecía estar preparada desde antes de mi llegada al restaurante y refrigerada en exceso; no resultaba suave y tersa, más bien la note un pelín mazacote. Ya se que es Steack Tartare, debe estar fresco, pero no helado, digo yo...







Royal de Oca con foie y orejones. Me gustó que los orejones viniesen en formato de finísima crema, pero con el foie, hubiese preferido otra presentación. Gran plato, no obstante, con el perfecto napado de la carne.
Decir además que este plato, lo escogí yo, en vez del cordero que incluía el menú. Ya sabéis, por eso que suelo decir, de que no debe haber menú largo sin foie, ni sin arroz (aceptamos la tempura de las raspas como ainmal doméstico y lo mismo con el comté de la sopa de cebolla para el queso).


El cromatismo verde, resultó un postre limpiador y, tal y como me indicó el camarero, un descanso para la vista; pero también un compendio de aromas de lo más incisivo. Todavía recuerdo unas fuertes notas de eucalipto, combinadas con albahaca. Un espectáculo.


Sorbete de destilado de limón a compañado de un perfume, creado basándose en el plato (que no al revés).
Vainilla, regaliz, caramelo y aceitunas negras garrrapiñas con helado de vainillas de Tahití. O lo que es lo mismo; la vainilla vs la deconstrucción de sus aromas. Postre de genial concepción, que además está muy bueno. Espectacular el sorbete, ¡que potencia! y un alarde el resto; además me permitió percatarme como nunca, de las intensas notas de regaliz, de las es poseedor el vino que estaba tomando.


Pettit fours. Nada remarcable; los recuerdo superiores en Azurmendi, Solla, CDC, Sant Pau, Culler de pau, El Corral..., Silabario... ...para que luego digan que no tiro por mi tierra.


Finalmente y aunque el post sea una birria; he disfrutado de una gran comida en un enorme restaurante, dotado de mucha clase, de cuya visita ha surgido el más intenso de los flechazos para un gastrofriki como el que ha escrito estas serie de sandezes subjetivas; en las que sin embargo, creo.
Dejo el relato de la experiencia de dicho flechazo para el suiguiente post; en el cual me atreveré a postear un restaurante en el que todavía no he comido.