sábado, 4 de septiembre de 2010

A Estación, fin de trayecto (o eso creía yo)

Esto sucedió en Cambre un viernes 13, que en Santiago de Compostela se recordará por el de las inundaciones repentinas.
Yo lo recuerdo entre otras cosas por un concierto de Ryuichi Sakamoto, una cena en el Acio y una comida en A Estación de las que te dejan una permanente sonrisa bobalicona.
Reserva para dos en esta ocasión para la que guardaba grandes espectativas, que fueron cumplidas con holgura. Sentados en la zona de fumadores (concesión a mi acompañante), observamos una agradable decoración en un espacio ciertamente diferenciado del resto del local. No me canso de decirlo; no se le pudo haber sacado mejor provecho a este espacio, que el haber concebido este restaurante. Debo decir que me alegra el hecho de que a los pocos días de haber disfrutado de tan agradable velada, alcanzasen la concesión de su primera estrella Michelín.
Hablando de la inevitable guía:
  • ¿Se merecen tal reconocimiento?; en mi opinión si, en parte por lo que beneficia al resto del sector.
  • ¿Hay algún negocio que se lo merezca más y no disponga del mismo reconocimiento?; unos cuantos, la verdad.
Pero este es otro tema, del que si alguien desea comentar algo, advierto de cantidad de artillería en la recámara.
Continuando con la crónica en sí, elegimos el menú degustación; lo cual fue una imposición por mi parte, a cambio de comer en zona de fumadores. El menú que disfrutamos se lo recomiendo a cualquier amante de las setas; pues de eso trataba el mismo. Cosa linda lo que hacen en este sitio en tan rica temporada otoñal; reitero recomendación.
Acompañamos el menú de los maridajes que ofrecen con el mismo. Si alguien se interesa por dichos maridajes debe consultar al personal de sala, pues no se si lo sirven con todos los menús.
Comenzamos con unos refrescantes port tonic y avanzamos hacia la degustación de aceites y un cus cus con setas de temporada.
Los aceites no rompían el criterio del menú y se componían de un aceite de boletus y otro de cantarelas (creo). Observad el acertado recipiente en el que se dispone aceite y sal.


Como esta entrada va de recomendaciones; recomiendo no abusar de este aperitivo; pues el pan de dos tipos que sirven, está de morirse y la clara consecuencia es el tupimiento total.
No es coña; corréis el riesgo de convertir un ameno aperitivo en plato ultracontundente.

En tanto al cus cus, más que correcto en todos los aspectos.


Continuamos con una DELICIOSA crema de boletus edulis con tomate confitado. Otoño puro y duro (acentuado por el tomate, que se puede suponer de temporada al ser una conserva ;) ). Nos dejó el cuerpo listo para los siguientes platos.



Para este plato nos sirvieron un Pazo Mariñán godello, D.O. Monterrei, del que recuerdo cierto frescor y que resultó un pelín plano, pero bastante chispón.

Nos adentramos en otro terreno de mano de una vieira asada con mollejas y trompetillas de los muertos. Buen producto, punto perfecto y una combinación de sabores exaltados por las hierbas aromáticas que incluía el plato.



Más pescado traía el mero con gamba roja, emulsión con setas y frutos secos. Muy buen mero; me gusta que vayan a su bola (o esa es la impresión que me da a mi) en el apartado de los pescados.

Tales viandas fueron acompañadas de un Pedralonga (D.O. Albariño); mejor, más incisivo.

Rematamos los salados con una estupenda presa de ibérico marinada con pie azul. No recuerdo haber probado, hasta el momento, un cerdo mejor. Excelente punto y al igual que el resto de los platos, bien presentado.



El maridaje llegó a cargo de un Do Umia '06 (D. O. Rías Baixas) a base de uva mencía, caiño y espadeiro . Bueno y contento de haberlo catado, pero no es mi vino. Aunque para levantar ampollas, diré que lo prefiero que un Regoa '06.

Previo al postre, llegó a nuestra mesa un digestivo sorbete de gelatina de cava con espuma de lima. Rico y con carácter.
Para el postre, unas deliciosas cañas rellenas de musse de queso de Arzúa y compota de cantarelus cibarius. Perfecto incluso de cantidad, dado que se trataba de un único postre y muy buena utilización de los cantarelus. A destacar la ligereza del relleno.



Con el postre llegó el, a mi juicio, mejor caldo de la velada (el único no gallego, se siente por los productores, pero así fue); el Matusalén viejo oloroso de 30 años; un D.O. Jerez, del que no tardaría en hacerme con una botella.


En fin; fantástica velada en A Estación que remató con una charla con el chef Crujeiras, quien se mostró tan agradable como el resto del personal que nos atendió.

Salió la broma por 57 € cabeza, con pedazo menú degustación ; así que muchos de los que no vais a probar (digo esto por cienes y cienes de preguntas en plan "¿merece la pena?") por que no os da la gana. Por cierto esta visita sucedió el 13 del 11 del '09; pero a día de hoy aún no han subido los precios; pese a la concesón de la mentada estrella.