martes, 25 de junio de 2013

Pandemonium

Intentaré no andarme por las ramas con esta entrada. Tras haber leído la gran experiencia narrada en golosialimite por María Lago Blanco,  dejé que un demonio entrase en mi  en una insulsa tarde de junio. Así que un par de horas más tarde de estar salivando frente al monitor de mi PC; me planté en la calle Albariño de Cambados.
Como ya he mostrado mis impresiones sobre el local en entradas anteriores, sólo me resta decir que cada vez me gusta más. He de decir, eso si, que continúan en disposición de  ofrecer un menú degustación con una RCP envidiable por la gran mayoría de restaurantes de su nivel y que su carta de vinos, pese a estar falta de alguna de las referencias que incorporaba en ocasiones anteriores; está plagada de irresistibles golosinas líquidas. Además el servicio del vino ha sido, como mínimo, perfecto. 

Un GOLIARDO  Caiño '10 se encargó de alegrarme el menú cosa fina. Un vino especial, cambiante, diferente, rico desde el primer sorbo; me gusta.
Comenzó el apartado sólido con una sabrosa brandada de bakalao por cuenta de la casa. Tanto sola, como untada en el fresco pan que acompaña el menú y que, a día de hoy, no cobran; estaba realmente buena.

Luego llegó la vieira en sal con helado de piquillo a modo de coral. Alucinante sin más; el sabor de la vieira y la textura que consiguen con su marinado es la creme dela creme. Esos sutiles toques que dan los brotes, o el crujiente de pan que deslizan bajo el helado, redondean el plato y lo transforman en un bocado memorable. Quizás y por poner un pero, cosa que me encanta -ejem...-, decir que el helado podría estar un pelín menos dulce... ...no se, puede; me da la impresión.

Salpicón de buey con mojo de tomate especiado. Desconcertante, arriesgado e incluso puede que aberrante por momentos; me encantó. Nunca un tinto combinó tan bien con un plato de marisco.


Ensalada de choco. Divertida, con un choco pletórico en el interior y con un rebozado divinamente tosco. 

San Martiño con cítricos. Perfecto, presentado en trancha sin espinas y con su lecho de espinacas. Muy bueno.

Lengua de buey con mole de cacahuete. Adoro la lengua, me parece que si se prepara bien, es una pieza sublime y, aun por encima este plato y alguno de los anteriores, me da pie a replicar eso que algunos dicen sobre que la cocina que practican los miembros del Nove es clónica.


No hubo huevo dentro del menú en esta ocasión; cosa que siempre se echa de menos, pero supongo si no hubiese echado la vista atrás, tampoco lo hubiese echado de menos; así que se remató el menú con un par de buenos postres. El hojaldre caliente relleno de membrillo con un espectacular helado de vainilla y el bizcocho de chocolate con helado de naranja. Nada que objetar.

Imagínense, damas y caballeros, el membrillo líquido, calentito... que brotaba del hojaldre tras su apertura, en contraste con el helado de vainilla juarrrrkssssss... cosa rica.

Tras todas estas viandas, la agradable atmósfera que se respira en el local, la invitación a los cafés y el amable trato recibido, sólo puedo decir; a sus pies Pandemonium.
 
Me despido con una dulce entrada en mis vacaciones a cargo de una golosina de mi cosecha. Una castaña en almibar de brandy y vainilla acompañada de una buena copa de armagnac. 
Este pettit four, me lo zampé en casa acompañado de una buena copa de Dartigalongue del '82