jueves, 24 de marzo de 2011

Casa Marcial (Arriondas)

Casa Marcial es el "muerete de envidia" de la mayoría de los restaurantes y en mi opinión, merecido poseedor del biestrellato de la guia Michelin.
Se emplaza en un paraje sin parangón, 100% rural, rodeado de pastos, montañas, ganado, ocas, tranquilidad radical y un aire que da gusto respirar.
Este Edén toscamente descrito se encuentra a unos 5 Km del centro de Arriondas e incluye todo lo descrito anteriormente sin gasto alguno, a excepción del combustible, claro está.

Si os sentáis en una mesa con vistas al exterior no veréis el mar, pero tampoco lo echaréis de menos. Buscaos la vida para aparcar, si no sois muy cafres, se me antoja poco probable que una grúa aparezca para sustraer vuestro vehículo.

En un ambiente que discurre entre lo típico-campestre y el lujo; casa Marcial dispone de dos salas, una en planta baja y otra en la primera planta de esta casa de aldea (tampoco me atrevo a describirla como enxebre...), reconvertida en restaurante, que ha sufrido un dulce encuentro con toques de modernidad en su interior (exteriormente posee un letrero que raya en el exceso). 
Un espacioso y luminoso hall, con previa terraza cubierta; que dispone de una pequeña barra, conduce por una escalera a la sala superior o continua de frente al comedor de la planta baja, que fue en el que servidor se sentó a deleitarse de la cocina del chef, Nacho Manzano.


La sala está dominada por el  ambiente campestre; vigas de madera a la vista, una chimenea con forma de hórreo calentando el ambiente y un suelo con enmoquetado rústico de fibra naturales; el techo contrasta con la madera de las vigas con un lacado en un acertado tono hueso-crema y una serie de fotografías de gran tamaño, alegran la sala.
Mantelería al nivel, con una cuidada vajilla y cristal Sapangueilou, animan todavía más,  a disfrutar de una imponente carta de vinos que acoge diversas D.O. de toda la península (aunque no recuerdo referencias lusas) y se surte de cantidad de vinos extranjeros, sobre todo en blancos y espumosos.
Una carta sólida donde las haya, que además se ve desprovista -al menos a simple vista y desde mi conocimiento- de exageraciones en los precios.

La carta de comidas no se queda atrás y con ella se anuncian sorpresas de lo que NO se dispone y de lo que SI se dispone a mayores de lo escrito.
Como la mayoría de los lectores sabréis, el mar no siempre trae un pescado, ni el campo una carne de primera y lo lógico, lo ideal y lo ético es que, siendo así no llegue al cliente en sitios de esta categoría -entiéndase bien y ya está-.

Si la descripción de un restaurante, fuese un río fluiría como tal y a estas alturas debería discurrir en el personal que trabaja en la localización ya descrita y con las herramientas anteriormente descritas; pues bien, el servicio es sencillamente, perfecto en número y tanto en la limpieza con la que ejecutan su labor, como con la amabilidad de la que lo envuelven.

Tendréis, aparte de la carta, tres menús degustación a elegir; el gastronómico que dispone de tropecientos platos y se vende a 85 € + IVA,(no dudo que los valga)
otro más corto a 64€ + IVA y un menú tradicional a 44+IVA.
Yo me decanté por este último; lo cual, a quienes me leáis habitualmente os parecerá una novedad de la leche, pues suelo ir a lo más "IN" y a lo más completo.
Siento no haber probado esa rama de la cocina de Nacho Manzano, pero para nada me arrepiento de mi elección.

Este menú, que por su nivel y tratándose de un dos estrellas, podría considerarse LOW COST; comienza con un par de mantequillas de lo más cremosas y aditivas y un pan de enorme frescura y calidad. Este apartado incluye chapata, pasas y orejones y torta de aceite.


Un vasito  de "nosequé" (siento el olvido) con espuma de bacalao me sorprendió gratamente y me hizo temer que el nivel sólo podría ir en descenso, dado la profundidad y a la vez finura del mismo.

El carabinero que aquí veis se incluyó por petición propia y no he podido estar más acertado. Fuera de menú había un foie de lo más tentador, pero el mar y la mayor rotundidad de sabor, llegó de parte de este impresonante carabinero, cocinado a la perfección, con una tersura y unos jugos, como poco, pornográficos.


La torta de maíz con revuelto de la casa y las croquetas de jamón, hacen que uno sienta ganas de besar los pies de doña tradición. Esta imagen del interior de una croqueta hablará por si misma. Las otras dos me las comí sin cubiertos.


También parece que por si misma habla la foto de esta fabada; pero está todavía mejor de lo que anuncia su pintaza. Es la mejor fabada tradicional que comí en mi vida; la legumbre de primera, tenía un acompañamiento cárnico de primera y todo ello se había cocinado de...
Hago ahora un paréntesis, pues este bien podría haber pasado por el fin del menú, con tan sólo un café o infusión.
Las raciones dejarían KO al mismísimo Obelix.


Pero aún faltaba por llegar el estupendo pitu de caleya (pollo de corral) con un increíble arroz, de grano perfecto. ¡Que sabor!, comiendo esto, ¿como no van a ser mis crónicas masturbatorias?

El primer postre es un tocinillo de muscovado con agua de manzana, cristal de aceituna negra y rúcula. Finura, sabor, un total deleite.


El arroz con leche me pilló apunto de reventar, pero no dejé ni gota; así que ya sabéis si me gustó o no.


Con el café aún llegaron unos exquisitos petit fours y, tras el mismo, media copa de Gran Duque de Alba banda azul (XO). No era mi intención llegar a la embriaguez, si no disfrutar de algo de sobremesa y ayudar a mi estómago a digerir tan inmenso menú.


El lector atento se preguntará con que regué tan maravillosos platos; pues ni más ni menos que con Lapena 2006.

¿Un blanco?, pues si; retorcido como yo sólo, me encontraba sediento de un blanco con barrica y pese a que me tentó el país teutón; la morriña me animó a decantarme por este blanco de las bodegas de Dominio do Bibei. No me arrepentí; poco dado a los Rias Baixas que tantos paladares seducen dentro y fuera de mi tierra, me sentí muy a gusto con mi elección.

En fin, Casa Marcial roza la perfección, o al menos lo ha hecho en esta ocasión y me deja con escased de dudas de que abandone tal nivel, por lo que volveré en el futuro y seguro que volverán a cumplir.
No hubo fallos en esta velada; pero al igual que he hecho con los ilustres de mi tierra, tampoco dejaré de señalar el hecho de que no me hayan invitado al café.
El carabinero, se pagó a 11,50 + IVA y el brandy a 11. Con el vino,  pan 3€ y agua 3€ sumando una cuenta de 121,07; hubiese sido buen detalle y me habría ahorrado este último párrafo.