sábado, 15 de octubre de 2011

El Corral del Indianu, corazón del misticismo en Arriondas.

Me siento incapaz de precisar si esto que os voy a narrar, es fruto de mi imaginación, o realmente ha tenido lugar. Realidad o ficción, ¿que más da? todo es relativo; pero si en este tercer viaje ha quedado una impronta en la mente, si se ha tatuado el alma; he de contarlo, he de intentarlo, aunque no sepa muy bien como...
Al fin y al cabo, a casi todos os entrará por lo ojos y luego lo transformaréis en otra cosa, dentro de vuestras cabezas -tal y como me sucedería a mi-. Utopía, fantasía, las imágenes del recuerdo, no son más que una parte real de los mismos, flotando en un océano de vagas impresiones; lo que somos capaces de retener en nuestro pequeño corral. Incluso lo capturado por el objetivo de una cámara es falso; está falto de dimensiones y nuestro cerebro se mueve; si acaso se mueve... en un espacio-tiempo concreto y, tan limitado (o algo así me ha explicado el mozo de almacén, de la empresa en la que trabajo), que no nos permite captar todo lo que realmente sucede.





Serenidad ante todo, que nada de menor importancia os aparte de la lectura; realmente si os pica la curiosidad, es por saber si al zumbao del  DANINLAND le ha girado la veleta. Puede que desaconseje no zambullirse en un menú de altos vuelos que cotiza a 75 eurazos; que por poco más de 40 como mejor al lado de casa. Puede que os confiese que la impresión que me ha quedado es la se un yantar plagado de técnicas paleolíticas, obsoletas, sin ingenio, en las que no hay ni un sólo brillo de modernidad, en las que el producto sólo alcanza a cumplir el estandart del ni fu ni fa y que la atención me haya parecido distante, arrogante, pedante e insolente, como zafia, desafortunada y débil lo es la decoración y la distribución de los espacios. ¿Cuanto habré echado de menos mi tierra? 

Pues desde que entré en el Corral, nada; a decir verdad. Me maravillé desde el primer momento, en el que me vi inmerso de nuevo, en una fábula dentro de un universo de tintes Twin Peacksiano -perdón por el palabro-. 
¿Se os hará larga la lectura? Pues no se, pero aviso de que el post si lo será; estará además plagado de errores por que no me he parado a tomar ni una anotación y por tanto leeréis sobre emociones. Leeréis sobre lo que me cuentan los platos.
¡Si diré si los platos me han dicho algo!¿A alguien le parece una pedantería?, ¿ínfulas de grandeza en otro cronista mediocre, que abusa de la herramienta Blogger?
El disfrutar de esta comida ha copado una parte importante de mi salario y creo que se deben obtener sensaciones a mayores, que la del reconforto de un respetable menú de 10 pavos; que los hay, os lo digo por experiencia. Dicha sensación de reconforto, de alivio del apetito, que nadie se engañe, me parece la base de la pirámide; los cimientos  y el objetivo que se debe perseguir en primera instancia. Pero no nos engañemos; no me hace falta ni media hora de coche para alcanzar dicho objetivo. Esto es algo más, o yo lo veo así.

Levantaré la mirada con gesto irreverente hacia la de quienes pretenden ejercer de maestros, tengan o no, razones para ello, me da igual. He sabido escuchar y, aunque poco, algo he aprendido. Todos en mayor o menor medida, aprendemos a base de batacazos. Espero que estas líneas se observen como un acto de libertad.

Resuelvo, a continuación, las dudas que he sembrado párrafos atrás. La primera duda, más o menos tangible que he sembrado, es la de si merece la pena irse a un rango de precios en el que El  Corral del Indianu, se mueve. Mi respuesta es que, de vez en cuando y según las posibilidades de cada uno lo permitan, SI, si se desea dar un paso más, un paso adelante, o un giro de tuerca.
Ante todo quiero avisar que, a día de hoy, opino que la mayoría de las veces que uno se ha adentrado en este rango de precios, no ha dado un paso adelante, si no un paso hacia un lado u otro. El Corral es otra cosa; a mi juicio se escapa a la mayoría. 
En ciertas ocasiones, he hablado de la llegada al restaurante y de lo que sucede hasta el momento de sentar lar posaderas. En mi tercera ocasión en El Corral, ese momento ha sido, todavía más especial. Al abrir la puerta de la entrada; donde, como ya he dicho, parece que siempre hay alguien aguardando al momento preciso en el que se pose un pie en el restaurante; salió a recibirme la hija del chef y de la jefa de sala. 
Pensaréis que ese ha sido un momento entrañable y que ha sido lo más fácil para sorprender al visitante gastrofriki de turno. Pues si y no; si ha sido entrañable, pero ha sido algo más, ha sido un gesto tan competente, como la llegada a un tres estrellas. Tanto o más; imaginaos todos los gestos de "etiqueta" en el recibimiento por parte de un maître. Pues así ha sido y entre sonriente y atónito me quedé yo sentado a la mesa, visto el savoire faire de la criatura de unos 7 años (por ahí, andará). 

Creo que ya he descrito el local en ocasiones anteriores; pero me gustaría incidir en que es un espacio diferente, especial, personal a más no poder y detrás de eso hay mucho curro, señores/as. 
Los materiales, combinan el lujo y la rusticidad con gran acierto, resultando un ambiente ciertamente acogedor. El número de mesas está pensado para que el cliente se sienta cómodo con las distancias y los movimientos del personal de sala. Mesas de servicio bien distribuidas, los espacios bien diferenciados; donde no falta terraza ajardinada, y un número de elementos decorativos justo, sin sobrecargas, con muchos regalos para la vista.

Los baños están a la altura, también son una estancia que agrada pisar y cualquier desplazamiento dentro del local, ampara al cliente con elementos de lo más atractivos; leanse los cuadros que adornan las paredes, los muebles, las botellas y demás elementos que adornan las estancias. Piedra, madera y cristal acogen todo lo anteriormente descrito y todo ello, se baña con una iluminación más que perfecta. Sabe el lector habitual que la iluminación es, en opinión de servidor, el talón de Aquiles de la mayoría de los locales, pues aquí la cuidan hasta el extremo y el extremo es: 
"¿La luz le parece bien así?,¿Prefiere que cambiemos algo?.
 
Acabo con el local incidiendo en lo que palpa el cliente; una mantelería con un extra de calidad incluso dentro de los restaurantes de alto copete, con copas por encima de la media y un menaje que se distingue por estar más trabajado y más exclusivo que la inmensa mayoría de sus "competidores". Además, pese a que la mesa se completa con muchos elementos, estos, no son accesorios.
Que conclusión se puede quitar de esta tosca descripción; pues que en mi opinión, uno de los pilares fundamentales de este tipo de negocios, la casa, con todo lo que "casa" conlleva, está bien presente y amparado en la calidad, la personalidad y la distinción.

El trato por parte de TODO el personal es igualmente distinguido; atento, profesional... Un ejemplo de esa distinción de ese esfuerzo extra, es la llegada de un festival de mini platos a la mesa. Mini platos cargados de producto y sabor; nada accesorio. Olvidaos de la típica cremita para quedar bién.
Las cartas se explican breve y conciso, sin agobios de ningún tipo y todo se escalona para que el momento de pedir el vino no sea un stress en la espera a que se abra una botella , cuando la cocina ya va por los postres. 
Es esa, una sensación de agobio y prisa que se percibe más a menudo de lo que uno quisiera.

En El Corral del Indianu disponen de una carta clásica, un menú degustación y una carta de sugerencias. Si se opta por el menú, la cocina es todo lo flexible que puede y un poco más. ¿Alguien da más?
Otro ejemplo, al socorro de mis palabras:
-Mira, no se si podría ser posible, pero me encantaría probar la perdiz roja en el apartado cárnico... 
-Por supuesto, ya contábamos con ello. En cocina te han preparado un menú ligeramente distinto para que puedas probar unos cuantos platos nuevos.

¿Unos cuantos?, ¡creo que no he probado ninguno que haya degustado con anterioridad...!

Este ha sido el recibimiento comestible que me han dispensado:
Con una copa de amontillado Quo Vadis; unos fantásticos bombones de cabrales y manzana asada  con chocolate blanco, basados en un postre del propio José Antonio Campoviejo; realmente brutales. También se puede observar los tres tipos de pan; de escanda eco, pan de aceite y unas juguetonas y sabrosas obleas, con las que me fabriqué unos cuantos pinchos de autor, a lo largo del menú.
La anchoa tremenda y bien conjuntada, totalmente diferente a las degustadas en las cenas anteriores. 
Pues a todo lo enunciado, habría que añadir un aceite variedad Royal con tres sales, una croqueta sublime y un foie con avellana y frutos rojos de quitar el hipo.
El plato se compone de una buena rodaja de mi-cuit con las paredes cubiertas de una especie de teja-praliné-crujiente de avellana y polvo de avellanas para rebozar las paredes curvas, con un coulis de frutos rojos. Todo ello lo presentan a modo de un corte de helado, para comer con las manos; lo cual hice encantado.

Ya me olvidaba del tortu con guacamole y cebolla roja marinada. Plato de inexorable preparación "A la minute" muy agradecido.














Siguió a toda esta recua de pequeños orgasmos emplatados, un tembloroso de Rey silo al pimentón con avellanas, notas picantes y trufa recién rallada. Muy bueno, pero no perfecto; a mi juicio se sirvió algo más frío de lo conveniente para su disfrute.


 La ostra a la plancha con jugo de papada ibérica, es una combinación sublime. De nuevo me obliga a definirlo como un plato fino, tan brutal como delicado; una delicia de lo más pecaminosa.


Yo al siguiente plato lo llamaría  LA COCOCHA, pues fue cocinada, para sublimar las, ya de por si, incomparables cualidades que ofrece este sumun de una merluza, que pesaba más de 7 kilos. La emulsión que la acompañaba y esto es un pequeña gastroconfesión, era de un sabor tal que si me zampo este plato en casa, propinaría un eficiente lametazo final. A mi más puro estilo Porco Celta. 


Poco me contuve a la mesa de este restaurante, pues apreciareis en la foto que mi dedo meñique ya se había introducido en la preparación ¡ no me aguanté ni para sacarle la foto!!!

Como un guiso de chipirón visto de otra manera. El nombre dice la verdad; menuda texturaza y saborazo que tenían el bicho y el fondo. Ummmmmmm



¡No recuerdo el nombre de este pez! Si recuerdo que fue una bola extra maravillosa; incluso por encima del chipirón. En SU punto, con un sabor perfecto, además de una guarnición secreta que me desveló el propio maestro y un punto especiado de lo más canalla. De esos que no sabes si están, o te los estás imaginando; pero vaya si estaba...
Por cierto, pese a no recordar el nombre del bicho, a modo orientativo y por si alguien me puede resolver la duda, me recordó a un híbrido entre una merluza y un salmonete, con menor proporción de palometa. 

De entre las carnes; con la falda de ternera, o el cordero xaldu, de entre las esferas de queso y la cebollas ecológicas con unos fondos celestiales, ¿con que me quedaría?. Pues está claro; con la perdiz roja de Escocia, o Grouse. Pooooorrr favooor ¡¿pero que es esto!!!???que intensidad de sabor, que profundidad de colores de gusto, retrogusto, texturas y su p...  -----  ufff brutal y punto. 
Bien es cierto, que el plato merece un post por si sólo. Descomunal, kill me camión y todo eso; todavía no me he recuperado. Me la tomaría para desayunar, acompañada de un par de copas del vino con el que disfruté tan pantagruélico (aunque odie la palabra, aquí si está justificada) menú; el Valtuille 2.006
El vino; sencillamente tremendo. Una mencía que soporte al pajarraco escocés ese, no es una mencía cualquiera.



Ya he hablado de la carta de vinos en anteriores crónicas; pero es que una carta con 99 referencias que me satisface más que algunas con 500; habla por si sola de la hábil selección que contiene. Además, creo que la cambian cuatro veces por año. Gran servicio del vino.

De postre, Leche fresca, helada y cremosa. Excelente y refrescante larpeirada. Por cierto, llegado este punto en el que había comido muchíiiiisio más de lo aconsejable; dejo claro que en  aptitud de "de perdidos al río"; me hubiese zampado un segundo postre y digo esto, no como desafío, pues los cocineros con los que trato ya me han oído reclamar menús más ligeros en más de una ocasión. Pero aquí ya estaba de un subidón tal, que me bebería una bañera de chocolate Valrhona sin respirar.




El Corral de Indianu; una respuesta mística a la búsqueda del producto excepcional, a su audaz transformación  y donde la representación  con que se envuelven los elementos realmente importantes, es el cuarto pilar de la excelencia.










Una nave que surca el océano gastronómico capitaneada para que el objetivo principal sea el disfrute del cliente.

 O puede que todo esté en mi mente, que esté poseido de un extraño embrujo, o que esta haya sido una más de mis delirantes crónicas. En fin... ... no me como más la olla.

NOTA: Algunas de las fotos del local se tomaron durante visitas anteriores, asimismo faltan unas cuantas 
             imágenes  de  los platos descritos durante esta entrada.