domingo, 19 de septiembre de 2010

Restaurante Eirao da leña (Pontevedra)

Ahora sí, el fin. Me siento, escribiendo esto, con la misma sensación agridulce con la que se enfrenta uno al último episodio de Twin Peaks, o a cualquier otro final de un agradable recorrido, durante el cual has disfrutado y sabes que no podrás vivir de nuevo. Al menos no con esa inocencia, con la misma sorpresa, con ese ligero toque adrenalínico que incrementa el placer y, en el menor de los casos, alguna pequeña frustración o decepción... A cambio, cantidad de buenos momentos; gente nueva, la inmersión cada vez más profunda en el océano gastronómico y algo de tablas, de saber y de la inevitable perspectiva que ofrece el tiempo sobre las experiencias vividas.

El diario DANINLAND ha tenido, por diversos motivos, su máxima expresión en las visitas a los restaurantes del Grupo Nove.
Pues bien, este camino gastronómico toca a su fin (por fin, pensarán algunos) y este, no pudo ser mejor, dado el cúmulo de circunstancias que se dieron en esta última experiencia; muchas de las cuales omitiré por afectar a terceras personas.
Contemplen señores el Grand Finale:

Viernes, día fetiche, para una cena, comida fetiche; pese a que según se sabe no es la mejor hora para darse homenajes.
Dice el saber popular que "de grandes cenas, están las tumbas llenas" y el mismo saber responde que "de esta vida llevarás panza llena y nada más". Con lo cual yo, como todo el mundo, me agarro a la que más me conviene y me lanzo a disfrutar.

Como siempre que llego a un sitio sin prisas, tengo la flor en el culo y aparco a la primera; lo cual, tratándose de Pontevedra, reafirma considerablemente la ley de Murphy.
Me doy un paseo por el casco viejo con el mismo pensamiento que siempre me sobrevuela cuando me dejo caer por estos lares, las diferencias de costumbres horarias dadas por unos cuantos grados más de temperatura.
Esto se percibe con un sencillo vistazo a las terrazas donde se sirven platos en horas donde en otros lugares casi se está cerrando la cocina; o se observa la impasibilidad de algunos de los bañistas que se resisten a plegar la toalla pese al acecho de la luna.
En fin, debo reconocer, que en un adorador de la buena temperatura como yo, se despierta algo de envidia hacia estas latitudes de las que sólo me separa una hora y media en coche.

Prosigo; con los pies puestos en la Plaza da Leña, visualizo mi objetivo y me sorprendo de ver ante el mismo su amplia terraza petándolo de lleno.
Tras entrar en la escueta, pero cómoda instancia y tomar asiento, no tardé en verme dentro de una dimensión de atención y amabilidad en la que rara vez se entra.
De refilón, antes de sentarme a la mesa, vi la pequeña cocina de la que pronto saldrían grandes platos a degustar. En el local reina la presencia de la piedra, la misma que se ve en casi todo el caso viejo.
La otra estrella decorativa, viene dada por los vinos y licores que se dispensan en la casa y que están al alcance del comensal; pena no haber llevado un bolso más grande ; ) .

El hilo musical es de lo mejor, la iluminación correcta, y sólo me da miedo una cosa; la temperatura que pueda alcanzar un día de verano, tanto por el comensal, como por los caldos que allí se almacenan, sin ningún tipo de refrigeración.
La acústica es buena; el bullicio de la terraza agrada más de lo que pudiese estorbar y el tono del local anima a la serenidad.

Con la carta de vinos de la que disponen, si que me llevé un sorpresón; la cantidad de referencias y D.O. que contiene es abrumadora. El diseño y el buen gusto de esta carta manuscrita, dicen mucho en pro a la categoría del local.
La carta de comidas camina por el mismo sendero; extensa, y con buena selección. A destacar varios menús degustación; uno de ellos con maridajes, el cual paso a comentar:

Previo a los platos debo destacar los contenidos precios de ambas cartas, sobre todo la de comidas. Como ejemplo; el menú degustación largo sale a 38 e+ IVA, la relación calidad-precio es DIFÍCILMENTE SUPERABLE.

Pan y agua gratis; mereciendo el pan mención aparte por su calidad y frescura. Casi nunca me lo acabo y aquí repetí.
Comenzamos con una degustación de aceites, con unas ricas tostas y unas pipas de girasol y calabaza salteadas. De los dos aceites, variedad arbequina ambos, destacaría el ALMANZARA DE CANJÁYAR; que se mostró fiel a sus notas de cata.



No me olvido del cocktail de rosas con el suave toque del vodka. Muy bueno para un comienzo diferente.

A continuación veréis un lomo de anchoa de Santoña con queso del país, medio cherry, una especie de reducción de albahaca y otra, creo por su dulzor que de un tipo de compota... lo que si recuerdo es la fantástica combinación de contrapuntos que ofrecían, sin desbancar a la anchoa de su papel principal.


A continuación, primer puesto en el podio de la velada para el mid cuit con su dulce y finísima crema, su reducción, sus brotes de mostaza, su alquequenxe, su sal negra hawaiana y su ¡mátame camión, que bueno está esto!


Podría cenar seis veces este plato con una botella de HABLA 4.

Ahora esa expresión de "el mar en la boca" no podría estar más acertada; la brocheta de vieira en salsa de mar con polvo de maíz y brotes de alfalfa. Mención especial la salsa de mar, que era como darle un bocado al mismo. Esa salsa, según me comentaron los chefs en la sobremesa, viene de uno de los muchos viajes que realiza Iñaky Bretal a lo largo del globo. De uno de esos viajes trajo, creo recordar, que una especie de alga que combinan con berberechos y desemboca en una suerte de gelé marino.
El bicho estaba bien de punto, pero me hubiese gustado una limpieza del mismo más minuciosa; incluso prescindiendo del coral (para este caso concreto).

Estos platos se acompañaron de un riesling no muy seco con bastante fruta y mineralidad de cuyo nombre me quiero acordar , peroooo...

Ahora un rape pasado por la plancha (que gusto da ver algo de caramelizado en algunos pescados) con una guarnición de grelos y frutos secos; creo recordar que uvas y orejones.
Punto ideal de uno de mis pescados favoritos, que no probaba desde haría unos 8 /9 meses.


Lo mejor del mar de toda la noche.

El turno de la carne con una pieza de vaca servida en el punto que había pedido. Venía acompañada de la seta repollo que tanto odio; aunque con una graciosa textura crujiente y una riquísima patata.


Vaya pedazo de raciones y aún faltan los postres. Por cierto, estos elogios a la calidad ,a la cantidad y a los precios que estoy haciendo en los últimos posts, ¿no desatan la envidia de algún que otro restaurador? por que deberían.

Esto se acompañó de Domaine de Courteillac, un expresivo burdeos, más en nariz, que en boca, pero muy bueno. Por cierto, no las conté, pero unas dos, tres (puede que cuatro) copas de cada vino, cayeron.

Vamos con un prepostre más típico de mi tierra que de donde se degustó; Requeixo da Capela con mel. El mejor requesón, el de la Capela, no hay duda.

Lo que se puede ver a continuación es una improvisada cata de ginebras.


No fue fruto de una petición por mi parte, si no del oferecimiento de Marta, una atenta sumiller; una profesional que transmite su pasión y te hace sentir como el más satisfecho de los invitados, de un modo desinteresado y tan transparente como los líquidos que allí se cataron.

La selección final fue una Gin Mare con Fever Tree.

Otro postre a cargo de unas fresas asadas con espuma de cítricos en el que sorprendía la consistencia de la espuma, su acidez contenida y el sabor del conjunto. Pido perdón por no poder ofrecer más detalles, pues tardé unos días desde la visita al restaurante, en escribir esta entrada; pero el postre se las traía pues era tan fresco como prometía, pero incluso más sabroso.

Rematamos con este brownie y sorbete sobre crema.

Voy arriesgar, por que tampoco lo recuerdo; pero el brownie se acercaba al coulan en su interior (que es como debe de estar un brownie), la crema del fondo creo que era chocolate blanco y el sorbete (cremosísimo, recuerdo más las texturas que los sabores) de leche merengada...
Aún con lo bueno que estaba, no logré acabarlo y eso que había entrado con hambre.
Con los planetas dispuestos de otro modo , a lo mejor hasta sería capaz de comérmelo todo y lograr caminar después; pero mejor no probar.

Ahora quiero pedir perdón por mi desastrosa memoria y poner encima de la mesa unos aspectos que si recuerdo a la perfección:

-El primero es que tanto la opción del pescado como la de la carne, tiene una alternativa por escrito. Detalle a tener en cuenta.
-El otro aspecto es insitir en mi agradecimiento por el trato recibido de mano de TODO el equipo del restaurante; a quienes saludo desde estas lineas y les deseo la mejor de las suertes para el negocio, en el caso de los propietarios y para el trabajo al resto.

Por último debo decir, que el hecho de haber viajado por carretera, en lugar de autopista; me regaló, entre otras, esta curiosa imagen.