domingo, 11 de septiembre de 2011

Restaurante Trébula, Cangas do Morrazo.


Resulta curioso que un gastropirado como el menda, pueda estar rastreando blogs durante muchas más horas de las recomendables y aún así, continúe descubriendo una buena parte de locales interesantes, gracias al boca a boca. La verdad que, aunque en cierto modo, esté tirrando piedras contra mi propio tejado, me encanta enterarme de ese modo.

Por otra parte, de un tiempo hasta hoy, no estoy demasiado por la labor de adentrarme en las últimas novedades restaurantiles. A día de hoy, sobran sitios donde dejarme caer para celebrar una feliz jornada gastronómica, donde se que voy a ser bien tratado, mientras me deleito con las celestiales viandas de los enormes profesionales que plagan los restaurantes del territorio gallego.

Esta es una de tantas excepciones y el motivo de que me dejase caer por aquí, es el haberme enterado de quien oficia en los fogones. Saludé por vez primera a Aitor, actual sheriff en la cocina del Trébula, en mi primera visita a Pepe Vieira y lo vi cocinando durante un curso al que asistí, en el citado restaurante. Previamente, había pasado una larga temporada en Casa Pendás.
Recuerdo haber pensado "al fiera este, algún día lo veré capitaneando su propia cocina y él me verá a mi devorando cuanto salga de sus hábiles manos". Ha pasado tiempo desde ese día, aunque menos del esperado, para que ese pensamiento pudiese materializarse.  Veréis por tanto, una larga sucesión de platos, perteneciente a un menú extra largo que disfruté en mi primera y, hasta el momento, única visita.

Antes de nada, daré una pinceladas sobre el restaurante y su entorno.
Cangas, es una bella población, relativamente próxima a Vigo y a Pontevedra -prácticamente equidistante- en la que el olor del mar, inunda todo el pueblo y sobre todo, las pituitarias de quienes visiten el Trébula; pues esta vinoteca-restaurante, se encuentra a tiro de piedra, del paseo marítimo que lo separa de la ría de Vigo. Las vistas están más que aseguradas, sobre todo si el día está bueno y optáis por ocupar una mesa en su amplia terraza.

Habéis leído bien, vinoteca-restaurante; no es el concepto que más me agrada, pero aquí han logrado una convivencia de lo más harmónica. Una carta de raciones con algún que otro giro de tuerca, para la vinoteca y un par de menús degustación para el restaurante. Uno de los menús lo venden a 35€ y el otro, más largo, a 45€. Estamos hablando de una RCP más que aceptable teniendo en cuenta que cuentan con un buen servivicio  con un maitre al frente y el estupendo producto, perfectamente cocinado, del que se puede disfrutar. A estas alturas cualquier gastroaficionado ya debería estar animándose a probar el Trébula. Si además digo que el curioso nombre del restaurante, se debe a una región italiana conocida por sus viñedos y olivos; lo cual es indicador de que al vino se le da la suficiente importancia como para disponer de una completa carta, y conocimientos de sobra para dejarse recomendar, ¡ya deberíais estar reservando!!!

¿Que bebí?. Un  Algueira crianza. NOTA DE CATA: VI NA ZO Y UN DULCE MOSCATEL PARA LOS POSTRES.


¿Que comí?.
Snakcs de yuca y patata morada.


Gambas de Huelva, con el jugo de sus cabezas.


Bogavante, salmorejo, migas... en el top five de la nui.


Bonito from Burela con algas y ajoblanco. Un plato tibio; también en el top.  


Vieira marinada, tomate, cebolla roja...


Más bonito, más fresco... una aproximación al ceviche.


Atún comunista marinado en soja y sésamo. Productazo.


Lomo de Jurel sublimado por su cocción, el acompañamiento de un escabeche suave y una espinaca casi cruda. 



Lomos de salmonete en un caldo ligero.


Lubina, otro top. ¿Alguien recordaba que mi favorita la tomé hace unos meses en Pepe Vieira?

Yema, crema de patata, migas y aceite de chorizo.


Steack tartar, tocando el cielo. La próxima vez, intentaré encargar un barreño hasta arriba de esto y un magnun de alguno de mis tintos predilectos.

Presa, de la lujuria estaba servidor durante los cárnicos instantes en los que devoré estos dos  platos.



Crema de albaricoque con peta zetas (SOBRANTES) y aceite de arbequina (sublime).


Cremoso de queso con frutos rojos.


Éxtasis de chocolate blanco, licor de café reducido...



Y mi infaltable expreso con gominola de licor café, trufa en polvo de pistacho, praliné y nuez caramelizada.






Ni que decir tiene, que me tomé la libertad de rebautizar casi todos los platos...



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