martes, 4 de marzo de 2014

Restaurante MANSO.

Manso y tranquilo permanece últimamente este ciber-rincón; pero he de admitir que no por falta de experiencias dentro del ámbito gastromovida. Alguien dijo que los blogs como idea-concepto-tendencia-herramienta estaban muertos; concretamente lo dije yo en una inspiradora resaca de grado severo -putos gin tonics-. Así que en plan Danin Dead, vuelvo a largar renglones como si no hubiera mñn.

No cobro por esto, ni vivo del cuento; tampoco de chupar pirolas/chirris como much@s otr@s; así que libre como el ave que bla bla bla y el viento que sopla como yo sentado a comer, os narro mi experiencia en el Manso; gastrocasa Santiaguesa pilotada a los fogones por Alberto Lareo, que, junto con sus socios, está metido en el incómodo cajón de dar de comer y beber más que decentemente a quienes por allí se dejen caer -o al menos ese ha sido mi caso-. Me lo creo como un hecho habitual, viniendo de este caballero que vi años atrás cocinando en Casa Marcelo; tan joven, guapo y agradable él, cocinando carnes y lo que no son carnes. En el Manso es ayudado en barra por una señorita muy maja y un por un par de jóvenes camareros en sala -amén de todo el backstage que el menda no conoce- con la lección bien aprendida y con los objetivos bien definidos hacia el disfrute del comensal. 

No hay manteles de hilo, pero si un ambiente cálido y acogedor,  una bodega concentrada en un corto pero bien seleccionado número de referencias,  plasmadas en una carta en DIN-A3 (aprovecho para solicitar ayuda con mi fetichista pretensión de adquirir una de las que Casa Marcelo utilizaba ahí por el '09) y una carta de manjares con la carne de nuestra tierra como cabeza de cartel.

Escoltados con un As Furnias demasiado friki para acabar de encajar en mi torpe paladar (aprovecho para recomendar el Bastión de Luna, aunque no venga al caso; pero es que está de muerte), gocé de los siguientes platos:

De mano de unas aceitunas que, ojo al dato, no son Eidos de Iria; si no que están aliñadas en la propia casa, comenzó el banquete. Nada que objetar a las mencionadas olivas, pero últimamente están en todos lados. Por estar, hasta están en mi nevera; infaltables para acompañar mis amados Sherrys y alguna que otra birra, durante estas tardes-noches invernales. 
En fin, que no son Eidos de Iria, son Mansofacturadas en la propia casa.

Ricas las aceitunas recién salidas del granel, como antaño salían algunos aceites. Ahora con las leyes nuevas, sólo podremos aspirar a consumir aceites envasados en microrecipientes sellados -¡venga a gastar petróleo, a ver si lo acabamos antes de 2.020!-.


Un carnoso y jugoso salmón marinado; preparación que potencia lo mejor de este gran producto, pese a lo denostado del mismo, por ser víctima de múltiples mala praxis cocineriles.

Unos sencillos, aunque sabrosos gambones en aceite de tomillo para entrar en calor, antes de retornar al frío de mano de un fabuloso roast beef.



Eso si; el apartado salado remató en lo más alto, gracias a unas portentosas croquetas que no debéis dejar escapar si optáis por el acierto de visitar el Manso.


Remató la jugada con un postre fastuoso a base de pera, crema de vainilla y hojaldre.
¡Venga todo cristo a ocupar la capital gallega,  a comer al Manso, que amás de bueno es BARATO!!!
En una de estas vuelvo y me zampo un chuletón como está mandao. ¡Eah!