Con el principal motivo de la reunión de
Faith No More programé un viaje a la costera localidad de
Zambujeira do mar. El viaje en si fue uno de esos "visto y no visto" que siempre tratro de evitar sin un motivo de peso; pero el poder ver a mi tan venerado
Mike Patton en carne y hueso pesó lo suficiente como para no tener que pensármelo.
Para este viaje nos reunimos cuatro coleguillas con gustos más o menos afines y con el común propósito de divertirnos en un ambiente diferente al habitual. Aunque el ambiente en un festival biene a ser cortar y pegar, pero bueno, sedientos de el formato macro y el, en principio, variado cartel que ofrece el Festival do Sudoeste, allá nos fuimos de cabeza.
Para ello nos dispusimos a atravesar prácticamente todo Portugal en el furgón Volswaven modelo California de uno de los colegas.
Siendo las 14:00, esperábamos estar en el meollo festivalero ahí por las 22:00 (hora portuguesa). Como siempre hubo rezagados a los que esperar; es curioso que quienes menos prisas tengan por salir, sean luego los que más quieran apurar el regreso. En fin...
Huelga decir que este viaje lo único que tuvo en relación con lo gastrónómico fue la diversa oferta de cachorros, bocatas,
bifanas, creppes, pizzas, kebabs, etc.. que nos encontramos en el recinto del festival.; amén de los inevitables bocatas que engullimos en las paradas relámpago en las cuales repostábamos y hacíamos nuestras humanas necesidades.
La primera noche cumplimos el objetivo de llegar a la hora prevista, lo cual ya fue para darse con un canto en los dientes. La noche transcurrió alegre y sin incidentes mientras disfrutamos de un par de actuaciones señalables antes de la inevitable zona dance-tecno-pisca-pisca que bueno, cumplía aunque hubiese preferido estar en una tumbona en plan chill out ahí por Caños de Meca.
El festival en si, aparte de enorme y multitudinario, se situa en una zona de temperaturas suaves, haciéndose notar la zona que ocupa, geográficamente hablando, incluso en el físico de los aistentes; o en esos concluimos tres de los cuatro expedicionistas antropólogos que por allí pululamos. Bromas aparte, el ambiente, aunque un pelín más frio y recatado que por otros larers; estaba bien pese a la nefasta programación de escenarios simultaneos que tanto detesto.
No se puede estar del todo a gusto cuando sabes que pese a estar viendo un show que te agrada, a unos metros está actuando otro al que también te hubiese gustado ver. Por no hablar de la desagradable mezcla de sonidos provenientes de distintas actuaciones que se produce en las inmediaciones de las mismas.
Algo a tener en cuenta es que de ese modo, la fiesta remata mucho antes. Para mi no fue problema pues el plato fuerte vendría la próxima noche.
La mañana siguiente amaneció espléndida y nos dispusimos a conocer un poco la zona. Aparte de gozar de muchísimas más comodidades que una tienda de campaña, nuestra casa tenía ruedas!!!, así que plegamos y hechamos a andar en ella.
Una vez en el centro de Zambujeira, aparcamos y contribuimos a la invasión del pueblo por parte de los festivaleros. Un servidor, ávido de mar y arena, no evitó la tentación de salir con la toalla al hombro para darse un paseo por las calles y conocer un poco lo que nos rodeaba. A más de uno del grupo las construcciones les recordaban a Palma de Mallorca, donde habían residido largas temporadas; yo percibía algún que otro aire alandalus al que tampoco daba demasiada importancia. No se bien por que, el paraje me recordaba a una urbanización de San Vicente do Mar ( cerca de O Gove) en la que tengo estado de paso. Pero lo que si llamaba la atención era la enorme placided y tranquilidad que ofrecía el lugar con esos preciosos e imponentes acantilados entre los cuales se hallaban discretísimas playas.
No se como estará visto por esos lares el tema naturismo, la verdad que al final me quedé con las ganas de mi ración de sol y mar.
La verdad no se que núcleos urbanos estarán cerca de este pueblo a parte del Algarve, pero parecía estar en medio de ningún sitio, transmitía una extraña sensación de calma e invitaba a quedarse unos cuantos días a no hacer nada, sin otro propósito que desconectar y relajarse.
Al acercarnos al pueblo paramos en alguna que otra terraza, de estas que están no en una acera si no que ocupan toda la calle. Allí permanecimos un buen rato recostados sobre nuestras sillas bebiendo unos mojitos que estaban de muerte.
Ya en el centro, los puestos de los hippies en el camino a la playa grande, eran un auténtico hervidero del que también disfrutanos hasta la hora de regresar al recinto.
Antes del anochecer unos procuramos algo de comida mientras otros calentaban motores en el minibotellon que todos acabamos disfrutando en el furgón. Daba la sensación de que estábamos en el salón de nuestra casa pero con las primeras notas del festival comenzando a sonar de fondo.
Cuando nos quisimios dar cuenta estábamos cada uno por su lado disfrutando de la enorme y sobervia actuación que nos ofrecieron los FNM. La verdad que estuvieron sembrados (superiores incluso en la estética del escenario) y justificaron se sobras mi asistencia al Festival do Sudoeste.
Disfrutamos juntos el resto de la noche, hasta que poco a poco fuimos cayendo reunidos de nuevo en el furgón.
El día siguiente fue un continuo maratón de regreso a casa sin nada que señalar aparte de los hemosos paiasajes que se podían ver desde los escasos tramos que no discurrieron por autopista y alguna que otra equivocación causada en parte por la resaca de piloto y copiloto o por el placentero sueño que los ocupantes de los asientos traseros disfrutaban.
Bueno, antes de las 23:00 estábamos de vuelta. La sensación final es la de que tendría que madurar el viaje y el conjunto de vivencias dentro del mismo. De veras que no recomiendo estas salidas tan fugaces, prefiero disfrutar de la lentitud de las cosas, despreocuparme y olvidarme de cualquier tipo de agobio, pero debemos ver el lado positivo de todo esto y es que siempre nos quedará volver con más calma. Si hiciese una analogía gastronómica la situción se parece a ese pinchito que tomas por primera vez con cierto apuro en medio de un ambiente bullicioso y te da pie a profundizar en ese plato (en tamaño ración) cuando se te presente la oportunidad.
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