Un viernes noche me encaminé hacia el mismo. Tras un tramo de autopista con el volumen al 30 tomé la salida y comencé a hacerle caso al GPS. La verdad que no es un sitio demasiado difícil de encontrar, pero sabiendo que se halla en el rural y tras haberme curtido en experiencias desagradables en entornos similares, fui bastante atento.
He de manifestar mi total predilección por los restaurantes que se ubican en este tipo de entorno. Además siendo mi primera vez en el Roberto, no dejé de sentir ese gusanillo mezcla de ansiedad, hambre, e intriga hacia lo desconocido Y así transcurrió el tramo final con esa agradable sensación que iba in crescendo a medida que me acercaba a mi objetivo.
Reconozco mi total alucine en el momento de cruzar el umbral que me dirigía al aparcamiento. Quien haya estado alguna ver en el Roberto y se imagine la llegada en una de las pocas noches claras de este pasado febrero; sabrá de lo que estoy hablando. La fachada impresiona y el jardín atrae y te conduce hacia el interior de una fantástica casona.
Al acceder al interior, la misma impresión continua manifestándose; pues los amplios espacios no dan a engaño, las habitaciones parecen no haber sufrido grandes cambios; el sitio resulta encantador y reina la sensación de otros sitios en los que, con restauraciones a base de mucha billetera y escaso gusto el entorno se vuelve frío y artificial.
Tras pasar un enorme recibidor que tenía a su izquierda un estupendo comedor-reservado, pasé a la siguiente estancia donde tenía una pequeña mesa preparada. La camarera me recibió sin demasiada ceremonia, lo cual está bien, pero algo más de atención y amabilidad no habría venido mal. Al rato me di cuenta que era prácticamente la única persona que estaba atendiendo las mesas y digo prácticamente por que Roberto, el dueño del local se pasaba de vez en cuando por las mesas.
- Debido a que estaban haciendo cambios en la bodega, o eso es lo que me hicieron saber, no disponían de la misma; o sea, que no había carta.
- Procuré tomármelo con calma, pero tras pedir de todas las maneras si tenía la posibilidad de ver algunas de las referencias, me pusieron la misma excusa UNA Y OTRA VEZ. Reconozco que si esto me sucediese estando en el centro de Santiago, hubiese salido escopeteado hacia otro establecimiento en el que se me ofreciera la oportunidad de poder elegir el caldo con el que regaría el menú.
- Además, excuso decir que tras darme sólo un par de opciones para escoger, terminé quedándome con un Rioja premio a la insistencia de Roberto, que no estaba mal, pero en esos momentos hubiese necesitado un Vega Sicilia a mitad de precio para satisfacerme mínimamente.
- Otro punto que no puedo obviar es que las escasas recomendaciones no venían acompañadas de precios. Tanto cuesta escribir un folio a mano con unas 5 o 7 referencias, indicando el precio de las mismas... Seguro que si a la hora de pagar mi cuenta, me hubiese parecido caro, habría tenido que abonarla de todos modos.
- Tampoco puedo dejar pasar el hecho de que había efectuado mi reserva por teléfono y mi visita no se habría hecho material, al menos ese mismo día. Si me hubiesen comentado el "problemilla" con la bodega, lo habría dejado para otra ocasión; de la que probablemente hubiese salido más contento.
Durante mi posterior estancia en el Forum de Santiago, un hostelero me lo recomendó dentro de una pequeña lista y tras observar mi reacción; reconoció que era un restaurante un tanto "irregular". La verdad que no se me ocurre mejor definición.
Vamos con el menú, que no todo son pegas:
Tras unos aperitivos que sencillamente entretuvieron, llegó el primer plato; unas colas de langostinos sobre salteados de verduras y vinagreta. Las verduritas cortadas en juliana, francamente bien de punto, los langostinos mostraban un producto fresco y de calidad y la vinagreta estaba bien aunque se hacia un poco pesada. No es un plato fino, no encontré en el mismo alardes, pero si un plato muy agradecido y sin renuncias a la abundancia.
Seguimos con unas habas de Lourenzá con almejas. Buen plato, reinaba la sencillez y el producto aunque de nuevo sin ser espectacular, sobre todo por estar un pelín pasado de punto.
Tengo que decir en su favor que desde que probé en Casa Marcelo unas habas que servían con algas y una riquísima salsa, las comparaciones se vuelven si cabe más odiosas. Las de Marcelo estaban perfectamente nacaradas, parecían de porcelana y el punto era magistral. Como diría Hommer Simpsom "AAAHHHHTT haaabas!"
Continuamos con mi plato fetiche; la vieira sobre crema de patata. En Roberto la sirven con el coral, que no estaba nada mal y la crema de patatas era finísima y como su nombre indica, cremosísima. Se acompañaba de una vinagreta que le daba un toque muy juguetón , pese a resultar algo redundante con otros platos. Plato memorable pese a las múltiples versiones del mismo que he probado; de verdad, me encantó.
Seguimos con una lubina con champiñones y patatas que, como en ocasiones anteriores; bien, correcto pero no magistral.
Por último en la etapa de salados, un solomillo de ternera a la plancha con medio cachelo y su jugo. Continuamos en la misma linea, el punto mejorable con sólo un poco menos de cocción, pero lo suficientemente bueno como para no dejarlo en plato. Reconozco que tengo mucho saque, pues el menú hubiese resultado copioso a una buena parte de la gente con la que suelo compartir mesa.
Es agradable ver que perduran sitios en los que no escatimen en las cantidades. Parece esto que digo algo impopular, pero aunque también se coma para disfrutar, hay platos en los que se necesitaría bien el doble de cantidad para poder dejar que se expresen durante algo más de dos segundos.
Es la hora de los postres y el deleite se completa con tres dulces servidos en tres recipientes pegados el uno al otro. De izquierda a derecha, una filloa rellena de nata (creo que la nata tenía algo más que la hacía especial, pero no lo recuerdo) la verdad que bastante rica. En el centro una quenele de chocolate con una textura sorprendente ; entre sorbete mousse y crema. El de la derecha son unas fresas con un queso muy fresco y cremoso; la combinación mejora bastante con respecto a la nata.
Tras esto un café tranquilito y a la cama, que a la mañana siguiente tendría que levantarme temprano para ir con un amigo a retratar los paisajes gallegos y disfrutar de los mismos.
LA CUENTA:
Menú degustación 35,00
Agua 2,00
Tinto casa 14,95
Café 2,00
Ninguna pega para los precios, exceptuando el café, un pelín caro. La ausencia de detalles queda patente, dado que no me invitaron a nada; pero lo que no puedo obviar de ningún modo, es el moderadísimo precio del menú degustación. El buen producto del que disfruté, su correcta preparación y su abundancia convierten al Roberto en otro de los grandes "pret a porter" de la alta cocina.
Reconozco que dentro de mi experiencia hubo algún aspecto negativo, o más bien carencias, pero la relación calidad precio es un claro atractivo a la hora de acercarse a disfrutar de una buena comida, en un local y un entorno envidiables.
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