No soy de titulares; pero la visita a este restaurante siempre me ha sugerido el siguiente:
"Unha experiencia distinta dentro do Grupo Nove"
En una casa de cantería de Santa Comba (A Coruña) se ubica este completo restaurante regentado por la familia García, con Manuel García en el labor de Chef.
Pese a estar situado en el centro del pueblo, el local se encuentra retirado en el interior de un amplio cerrado que dispone de un bonito jardín y unas cuantas plazas de aparcamiento. La recepción está en el amplio hall en el que algún miembro de la familia os dará la bienvenida (tal cual). A mano derecha se accede al comedor y a mano izquierda a un espectacular elevador acristalado por el que se desciende a la fascinante bodega.
En esa misma recepción informan sobre el funcionamiento del local. La visita a este restaurante se convierte en un impresionante ritual que comienza con la bajada a la bodega, en la que además de contemplar el espectáculo que ofrece la misma, se puede escoger el vino en un momento idílico y degustar las primeras copas in situ, además de unos estupendos (deluxe-supra-master) lomos de anchoa de Santoña con aceite de oliva templado.
Durante todo este proceso conté con las divinas atenciones de una sumiller a pie de cañón para asombrarme con un apabullante número de referencias y guiarme a la hora de confeccionar el menú y maridajes.
En mi caso estaba más que elegido el menú degustación al que se ofrecen a cambiar cualquiera de los platos según preferencias del comensal; detallazo a tener en cuenta. Como se podrá observar en esta ocasión no tendré que hablar de carta de vinos ni de comidas, si no de comunicación y disposición a la misma. Así da gusto.
No me quedaré con las ganas de describir la impresionante bodega, en forma de "u" con cibernética iluminación, que no hace si no aumentar el espectáculo visual que ofrecen las innumerables botellas que aguardan tras unas paredes 100% acristaladas.
No me quedaré con las ganas de describir la impresionante bodega, en forma de "u" con cibernética iluminación, que no hace si no aumentar el espectáculo visual que ofrecen las innumerables botellas que aguardan tras unas paredes 100% acristaladas.
En el centro de tan atractivo escenario, unas mesas altas de madera en un tono cerezo que contrastan con el resto de la sala.
Mi elección para el vino fue un Habla Nº 4; llevaba bastante tiempo intentando probarlo y no defraudó. Un vino extremeño, 100% syrah con un año de crianza en barricas de roble francés.
Ya en el comedor nos encontramos con unas paredes que muestran con orgullo la cantería que las forma y con una decoración que, sin llegar a entusiasmarme, resulta agradable. Buen espacio entre mesas y buena iluminación, aunque excesiva para mis tétricas preferencias. Cristal y menaje de primera al igual que el servicio del vino y pitanza.
Ya en el comedor nos encontramos con unas paredes que muestran con orgullo la cantería que las forma y con una decoración que, sin llegar a entusiasmarme, resulta agradable. Buen espacio entre mesas y buena iluminación, aunque excesiva para mis tétricas preferencias. Cristal y menaje de primera al igual que el servicio del vino y pitanza.
Comenzamos con unas exquisitas almejas con balsámico de P.X. y manzana reineta. Novedosa combinación que ayuda a una materia prima de primera; las eché de menos en casi todas las venideras ocasiones en las que degusté tan excelente molusco.Recibí de boca del cocinero unas amables indicaciones de como disfrutar el plato como se merece.
El siguiente plato se llevó la palma de entre todos los del menú. Se trataba de una vieira sobre puré de tomate raf con crujuiente de Edam, acompañado de un ajardinado bien aliñado y almendra picada. Apreciaréis en la imagen el tamaño del bicho, que bien valdría para unos filetes rebozados (en polvo de Edam y pimienta blanca, sobre crema de patata y ajada, no seáis brutos).
Tras esta fantástica creación llegó un plato, que acompañado de Habla, haría las delicias de cualquiera. Un medallón de queso de cabra con caramelo de sobre manto de setas.
El queso perfectamente suavizado por el caramelo y muy bien combinado con las setas; aunque estas últimas pecaban de un exceso de sal. Muy bien de todos modos.
Continuamos con un clásico de la casa, el huevo escalfado con tocino de cerdo ibérico y tomate.El plato recién salido del horno, se monta frente al comensal mientras aportan datos de los ingredientes y su preparación. Sabores puros y sencillos que no defraudan.
El último de los salados fue un corte de vaca del país con el punto que yo había pedido. De nuevo cocina sencilla amparada en el producto y, por que no decirlo, un buen pedazo de carne que se dejó acompañar del vino a las mil maravillas. (SIN FOTO)
Finalizamos con un postre memorable que curiosamente me siguió pidiendo más vino; un queso en texturas que venía acompañado de un híbrido entre la fresa y la mora cuyo nombre no recuerdo; pero que combinaba a la perfección. Muy vistoso además.
Me creeréis que estaba muy bueno, por que cuando tomé esta imagen ya me había comido la mitad.
En la mayoría de los restaurantes este sería el momento de "venga tómate el café, una copa pa engordar cuenta, paga y arranca". ¡Ay amigos!; pues he aquí el factor diferenciador; la entrada en otra fase con idéntica importancia que el resto de la velada.
La sumiller invita a pasar al salón donde se sirven distintos cafés gourmet y excelentes digestivos de un amplísimo catálogo y espectro, además a quien le preste, disponen de una cava de puros considerable (para un vicio que no tengo).El salón ciertamente impresiona; la tenue iluminación (perfecta), la decoración, mobiliario...
y, sobre todo, la impresionante vitrina de espirituosos y el lujoso carro de digestivos.
Yo me tomé el clásico expresso 100% Arábica y un brandy de Jerez archiconocido en mi paladar; el Cardenal Mendoza gran reserva. No escogí el Carta Real ni tampoco alguno desconocido para no llevar un susto. De todos modos, aunque sea un brandy que se venda como rosquillas; no encontré ninguno por el precio que lo supere. Quizás el Curto I y II de bodegas Lehmann, Emilio Hidalgo Privilejio, Octavius (pocos más conozco además de Lepanto, Napoleón, Gran Duque de Alba y todas esas botellas que crían polvo en la mayoría de los bares de carretera y demás sitios pitaderos); pero son notablemente más caros.
Bueno el ritual del Brandy; con el calentado de copa, secado... perfecto. Savoir Faire; dirían algunos.
Contaré una anécdota sobre mi desmedido consumo de Brandy entre el 2006-2008. Creo que en épocas otoño-invernales; una botella no me duraba mucho más de un mes; teniendo en mi haber la conclusión de animaladas como haberme zampado un bote de marrón glacé; regado con media botella en alguna ocasión. Algún colega me tiene soltado perlas del tipo "a ti sáleche caro quedar na casa vendo películas". No le quito razón y es que eso de comer castañas como si fuesen pipas, no creo yo que sea muy sano.
Hasta no hace mucho siempre tenía una botella del mencionado Cardenal, la cual no solía durar más de tres meses y otra que costaría alrededor del triple que solía aguantar un añito, o algo más. No me veo a día de hoy practicando tales "hazañas"...De las absentas hablaré en otra ocasión. (Algunos estaréis pensando que vengo de una cueva muy rara y no os equvocais demasiado).
Por último no puedo dejar de manifestar mi agradecimiento por la calidez en el trato que recibí de los García y recomendar a todos los que os lo podáis permitir; la experiencia TOTAL que ofrece O Retiro da Costiña.
A mi me ha encantado y a los de Michelín también, ya que llevan años con una estrellita en su haber.
El menú degustación supuso un desembolso de 53,5 euros; al que si sumamos el aperitivo, pan, vino, café y brandy tenemos un total de 107,6 euros.
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